Jaime Vargas: No “quiero que a mí me entierren en el fondo oscuro y fresco de una vasija de barro”, sino quiero que a mí me boten en el lago Titicaca.
Tatamuez: “En la vida nunca hay calma, el contento poco dura, porque en el fondo del alma, siempre queda la amargura”.
Lenín: “Porque no engraso los ejes, me llaman abandonao’. Si a mí me gusta que suenen, ¿pa que los quiero engrasaos? E demasiado aburrido seguir y seguir la huella, demasiado largo el camino, sin nada que me entretenga. No necesito silencio, yo no tengo en qué pensar. Tenía, pero hace tiempo. Ahora no pienso más. Los ejes de mi carreta nunca los voy a engrasar”.
Nicolás Maduro: “Caballo le dan sabana, porque está viejo y cansao’”.
Rafael: “Soñé ser tuyo y en mi afán tenerte presa en mis brazos, para siempre mía; pero nunca soñé que he de perderte, que a otro mortal la dicha sonreía”.
Pablo Celi: “Para esta gran tristeza que oscurece tu vida, yo tengo el optimismo de mi fe milagrosa”.
Foro de Sao Paulo: “Cómo dicen que no se goza, que no se goza, ¡ay, ay, ay!, yo gozo mejor que el Lula, yo gozo mejor que el Lula”.
Foro de Puebla: lo mismo que el de Sao Paulo, más el sabor de un tal López Obrador.
Policías: Con poncho, son conaies; sin él: enemigos del pueblo. Así dicen las viejas después de rezar el rosario. “¡Ay! A la una y a las dos de la mañana, dame caldo de gallina que se me ha abierto la gana; anda, pues, a la cocina, que te acompañe tu hermana”.
Militares: premios Nobel de la paz. “No te dejes avecilla agobiar por la tristeza, yo cuidaré que nunca falte lo que tanto apeteces, poder disparar un fusil y derramar la cerveza de un rebelde de casino”.
Gabriela: “Quiera Dios que vuelvas algún día para poner fin a mi tormento”.
Soledad Buendía: “Soledad y tristeza y unas ganas enormes de ponerme a llorar”.
Carlos Viteri y Gualinga: “Y alegre el jibarito va, diciendo así, pensando así por el camino.
El Chulla Quiteño: “La loma Grande y la Guaragua son todos barrios violables de mi gran cuidad. El Panecillo, la Plaza Grande ponen el sello inconfundible de su inseguridad”.
Los defensores de Quito: “Una mañana, me he despertado, oh bella, adiós; bella, adiós; bella, adiós, adiós, adiós. Una mañana, me he despertado, y he descubierto al invasor. ¡Oh! defensor, me voy contigo, oh bella, adiós; bella, adiós, bella, adiós, adiós, adiós”.
Paola Pabón: “Son tus perjúmenes, mujer, los que me sullibeyan, los que me sullibeyan, son tus perjúmenes, mujer. Tu cuerpo chúcaro, mi bien, ¡ay! Cómo me almaeeeeyaaaa, ¡ay! Cómo me almaeeeeyaaaa, tu cuerpo chúcaro, mi bien”.
Conaie: “Somos tu raza, Atahualpa, que siempre estamos luchando, que siempre estamos gritando, justicia, justicia. Ven con tu alma, Atahualpa, a darnos vida”.
Los barrenderos: “Guambra mía, cuando muera en el fogón me has de enterrar y cuando hagas las tortillas, ponte ahí por mí a llorar”. ¡Viva Quito¡