Tras reconocer que habrá una segunda vuelta, el presidente Rafael Correa se volvió el principal protagonista de la campaña de Alianza País.
El libreto es claro y previsible: atacar al candidato presidencial Guillermo Lasso en una guerra sin cuartel desde varios frentes y revivir los fantasmas del pasado.
Así, la campaña de desprestigio desatada desde el oficialismo, contando con todo su aparataje propagandístico, financiado con recursos públicos, está enfocada en relacionar a Lasso con las consecuencias del feriado bancario del 99.
Mientras Correa busca posicionar entre los votantes indecisos por todos los medios esa imagen estereotipada del candidato de CREO, Lenín Moreno ahora se muestra más enérgico, resuelto a presentarse como un hombre de decisiones.
Distinto al candidato bonachón de la primera vuelta, condescendiente y alejado de la confrontación.
Su dificultad para llegar al 40% evidencia que Moreno perdió ganando. Ni siquiera le ayudaron todos los cálculos y presiones del oficialismo que señalaban una segura victoria en primera vuelta.
Especialmente el ‘exit poll’ de la empresa de Santiago Pérez que pronosticó un 42%.
El último enlace sabatino mostró a un Presidente hostil y radical, que no tuvo reparos en reclamar a la clase media por volverle las espaldas en las urnas. Una vez más, Correa apuesta por la polarización e inflama el ambiente electoral.
Pero la estrategia es, al parecer, inadecuada. El momento postelectoral fue tenso mientras voces de protesta pedían en las calles transparencia y celeridad en la difusión de resultados.
El fin de semana Cedatos publicó su más reciente encuesta sobre intención de voto.
Por ahora, Lasso lleva la delantera con 52% de votos válidos. Con un 19% de consultados aún indeciso, es previsible que el respaldo en las urnas se logre con argumentos y propuestas que el país requiere para salir de su difícil situación económica. No con muestras de hostilidad y ataques desenfrenados.