Cambios y rémoras

El pulso del país se mide en andariveles distintos. Los escenarios de la justicia frente a los inagotables expedientes de casos de corrupción; los cambios en la institucionalidad, unos imprescindibles, otros, algo forzados; la política en tiempo preelectoral y sin el compromiso que sería deseable; y la economía, y el empleo en tiempo muerto.

La justicia empezó con énfasis en el caso Odebrecht. Llegó a una condena al ex vicepresidente -ahora apelada-, pero no parece profundizar en desenredar toda la trama ni a más presuntos responsables. Y la gente se pregunta lo que sucede y sospecha que todo quedará sin resolver. Los otros temas avanzan con lentitud pasmosa.

Se ventilan algunos casos que parecen más mediáticos, no siempre atados a la sensación de una década robada que cunde.

El escenario de los cambios para renovar o construir la institucionalidad demolida tienen sus propios protagonistas. El efecto de espuma que elevó al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio y el acompañamiento de la opinión pública se va decantando. Claro, hay que extirpar las metástasis que expandió el autoritarismo, la obediencia al líder más que a la ley y la exclusión de todos los actores políticos y sociales que pensaban distinto a quienes veían como enemigos. Pero los comisionados deben obrar con ponderación y pluralismo sin afán de revancha que podría empañar su loable y urgente tarea. Y además debe ser acotada por las leyes y el sentido común. Nada es eterno, como se sabe y el país lo ha aprendido.

El otro plano es el de la política, con los partidos y los dirigentes subsumidos en la coyuntural tarea de mirar candidatos para las elecciones seccionales pero perdiendo de vista que la acción va más allá de ganar elecciones y copar cargos públicos. Y el escenario de la Asamblea refleja esa levedad en la atomización de al menos dos bloques oficialistas: unos leninistas, otros, antes revolucionarios de discurso feroz, hoy cómplices de tapar el pasado e instalar la idea de una persecución, desconociendo la enorme etapa de abusos, conculcación de derechos, sojuzgamiento de libertades, dispendio y casos pendientes por el uso de las fondos públicos.

Mientras la Corte Constitucional reacciona tardíamente para corregir el exabrupto de considerar a la comunicación como un servicio público desconociendo la riqueza de la expresión libertad la gente de modo plural, la Asamblea se toma su tiempo para cambiar la Ley de Comunicación para sepultar la visión controladora, sancionadora, persecutoria a los medios, los periodistas y a los actores ciudadanos que divulgaban sus ideas.

Transcurridos 15 meses de Gobierno - ya solo le quedan 33 - la falta de empleo sigue siendo la cuenta social pendiente y un plan económico para reordenar la economía, controlar el gasto público y darle la vuelta a la tortilla de una mesa servida solo para los comensales verde flex que acabó con la confianza y el futuro.

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