Son muchos los ciudadanos que, al observar los cambios que el Presidente Lenin Moreno está propiciando en el ámbito de las relaciones internacionales del Ecuador, se preguntan si tales cambios tienen una estructura lógica que permita concluir que la política misma está reorientándose.
Creo que, para responder a tal pregunta, es necesario señalar que durante el gobierno del señor Correa no existió una verdadera política internacional. Los principios tradicionales que habían guiado al Ecuador fueron deliberadamente olvidados. Las decisiones que se tomaban obedecían a las convicciones ideológicas presidenciales, aunque se las presentaba como el “ejercicio altivo de la soberanía”. Lamentablemente, ejercer la soberanía era hacer la voluntad de Correa, sin tomar en cuenta ni los dictados del buen sentido ni el interés nacional. Vale recordar que se llegó al extremo de entregar la ejecución de las relaciones internacionales a extranjeros de nacimiento a quienes la revolución ciudadana otorgó generosamente la nacionalidad, lo que pudo cambiar su status legal pero no sus sentimientos y lealtades.
Las cosas han cambiado: el canciller Valencia y su equipo profesional de colaboradores están imprimiendo un rumbo que puede definirse como de sano nacionalismo y útil realismo en las relaciones internacionales. En el campo de los derechos humanos, se observa la voluntad de conferir a la doctrina Roldós la importancia que tiene y de transformarla en uno de los vectores de la política externa. La condena a la violencia y al irrespeto a los derechos humanos, en los casos de Venezuela y Nicaragua, es elocuente prueba de esta tendencia.
Son saludables la apertura que se está demostrando en materia de comercio exterior, la anunciada voluntad de gestionar el ingreso del Ecuador a la Alianza del Pacífico y el inicio de las acciones conducentes a la suscripción de un acuerdo comercial con los Estados Unidos. En todos esos temas, habrá que defender con vigor los intereses nacionales, lo que resultará más fácil si el Ecuador toma todas las medidas necesarias para crear un clima de seguridad jurídica confiable, lo que, además, incentivará las inversiones extranjeras.
En materia internacional no caben las improvisaciones: toda decisión debe ser meditada y planificada cuidadosamente. Las buenas políticas requieren de un buen instrumento ejecutivo para rendir frutos. El Canciller Valencia está empeñado en recrear la estructura diplomática profesional indispensable para dar eficacia a la política internacional. Se observan ya los primeros resultados. Por todo esto, creo que hay prometedores atisbos de una política internacional acorde con los intereses permanentes del Ecuador y las complejidades del mundo contemporáneo.