Todos conocemos que la gran mayoría de los países occidentales han resuelto sancionar a Moscú aplicándole restricciones económicas por la invasión a Ucrania.
También conocemos que restringir las importaciones de petróleo, gas y carbón en febrero y marzo cuando el frío arrecia en Europa, no es popular. Europa importa desde Rusia el 20% del petróleo, el 40% del gas natural y el 50% del carbón respectivamente. Y Alemania, de entre ellos es el más dependiente.
Así las cosas, los países de la UE deben encontrar quién pueda reemplazar a Rusia como su principal proveedor. Debiera ser Noruega, pero su producción está a tope. Lo mismo ocurre con los Países Bajos, el otro productor relevante del Mar del Norte. Tampoco es posible que sea Argelia, tercer abastecedor, porque topa con otros obstáculos. Algo similar ocurre con Egipto, Libia, Nigeria y Angola. De manera que, no es sencilla la implementación de esta sanción.
Algo distinto ocurre con Estados Unidos, pues importa de Rusia el 8% de sus requerimientos energéticos, pudiendo contar con Canadá que es su principal socio energético. Además, mostrando gran pragmatismo, ha ofrecido un levantamiento parcial de las sanciones a Maduro. Pero ello topa con que las instalaciones venezolanas están muy deterioradas.
Pareciera entonces que las exportaciones energéticas rusas, encontrarían refugio en China. Hoy, las importaciones desde Pekín alcanzan el 35% de las mismas, debiendo tener presente que Pekín y Moscú acaban de formar un contrato de suministro de gas natural y extendieron por una década un acuerdo de suministro de 200 000 barriles diarios de crudo.
El mundo sigue girando y nuestro continente se mantiene ausente de estos relevantes hechos, mientras los postrados de nuestros países deben pagar los platos rotos, por el aumento de los precios de los combustibles y de los alimentos.