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El miércoles 2, una gran empresa de equipos y software anunció que sus resultados financieros serían inferiores a lo previsto. La cotización de sus acciones, que estaban a la baja, colapsó, arrastrando a los mercados de valores mundiales.
El mercado bursátil estaba alicaído por dos factores: el alza de las tasas de interés en EE.UU. y la guerra comercial entre EEUU y China.
El Federal Reserve, banco central de EEUU, incrementa periódicamente la tasa de interés, para contrariedad del presidente Trump, que sin embargo no puede hacer nada: el Fed es autónomo. El objetivo de subir la tasa es encarecer el crédito, evitando que aumente demasiado rápido, causando inflación.
A mayor tasa, los bonos (rendimiento fijo) se tornan más atractivos, migran capitales de las acciones a los bonos, y las acciones caen. Pero si se desvalorizan excesivamente, los inversionistas pierden un importante patrimonio, se tornan más cautelosos, y el repunte de la economía podría frenarse. Ante la caída de la bolsa, el viernes el Fed reaccionó anunciando que moderaría el alza de la tasa; las bolsas se recuperaron parcialmente.
El otro factor es la guerra comercial. La empresa atribuyó la caída en sus rendimientos a menores ventas en China. El país asiático sufre las consecuencias de la guerra comercial, ya que EE.UU. elevó masivamente los aranceles para sus importaciones de China. “Soy el hombre del arancel”, se auto denominó el Presidente Trump.
Debido a la desaceleración, los chinos gastan menos, y compran menos celulares. Desde octubre, el valor de capitalización de mercado de la firma se redujo en USD 450 mil millones: cuatro veces el producto interno bruto del Ecuador.
Vivimos una tregua de tres meses en la guerra comercial, acordada por los presidentes Xi y Trump en diciembre 2 durante la cumbre del G20 en Buenos Aires. Son tres meses de negociaciones frenéticas, con pronóstico reservado. China tendrá que hacer algunas concesiones: acumula un gigantesco superávit comercial con EEUU. Washington reclama que Pekín no respeta la propiedad intelectual, y obliga a las empresas estadounidenses a tomar socios locales, quienes tienen acceso a diseños y fórmulas, lo que les permite salir con productos sin invertir en investigación.
China responde que las empresas estadounidenses se benefician enormemente de sus ventas en el inmenso mercado chino, y que producir en China les permite a las empresas estadounidenses tener costos bajos para sus ventas mundiales.
La caída de la bolsa de New York no se la esperaba Trump: que un arancel a China afecte a la economía estadounidense. ¿Se percatará que una negociación entre las dos más grandes economías del mundo es más compleja que una de índole inmobiliario, su experticia?