Caducidad del Estado

Sé que lo que voy a expresar resultará polémico. En la era de la globalización y de la sociedad digital el Estado ha llegado al filo de la caducidad porque ha sido desbordado por problemas de escala planetaria cuya solución demanda acciones multinacionales: el desarrollo humano, protección del medio ambiente, explotación de los recursos naturales, control del capital financiero, preservación de la paz, combate al terrorismo sin fronteras, detención de pandemias transnacionales, regimentación de las revoluciones digital y biogenética, conducción de la "sociedad del conocimiento" y manejo de los desórdenes climáticos, escasez de agua dulce y otros problemas nuevos que se desplazan por encima de las fronteras nacionales.

Alguien dijo que el Estado ha resultado demasiado grande para los problemas pequeños de la gente y demasiado pequeño para los problemas grandes de la sociedad.

Desde el punto de vista dialéctico el Estado no es más que el último eslabón de la milenaria cadena evolutiva de las formas de organización social y, como sus antecesoras, no puede aspirar a una vida eterna. Es una categoría histórica: está anclado en una determinada etapa de la historia del hombre.

La revolución electrónica de nuestros días ha “desterritorializado” la política y la economía. Las ha liberado de su afincamiento territorial. El ámbito geográfico estatal, para los efectos del intercambio mundial, ha pasado a ser menos importante que el tiempo como dimensión de la economía. La era digital ha suplantado la dimensión "espacial" por la dimensión "temporal" en todas las actividades humanas. Ha superpuesto el "ciberespacio" —que es un "espacio virtual", carente de corporeidad, medible en bits y no en átomos— sobre el territorio estatal tradicional como escenario de la actividad humana. En la era digital la "geograficidad" ha cedido paso a la "virtualidad" en la sustentación de las acciones del hombre.

Además lo “nacional” ha sido desbordado por “lo global” y los Estados cuentan cada vez menos como factores de la política y la economía. Las “plazas financieras” no coinciden, como antes, con la diagramación limítrofe de los Estados. La “alianza” entre las telecomunicaciones, la informática y los transportes ha empequeñecido el planeta. Ha aproximado sus puntos más distantes. Ha vencido las dificultades que antes le imponía la geografía. Esto lo saben bien los actores políticos y económicos. A las corporaciones transnacionales no les interesa la territorialidad, en el sentido "estatal" de la palabra, y ven el planeta como un solo y gran mercado que hay que abastecer y a los ciudadanos, como sus reales o potenciales consumidores.

Está en camino de cumplirse la vieja profecía de Federico Engels de que el Estado "irá a parar al museo de antigüedades, junto al torno de hilar y al hacha de bronce".

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