Cadenas nacionales

Muertes como consecuencia del dengue que ataca, principalmente, a los habitantes de la Costa. Accidentes de tránsito por culpa de los choferes, sobre todo de los autocalificados de “profesionales”. Sembríos acabados por torrenciales lluvias. Pérdida de vidas por el derrumbe de casas construidas en laderas de montañas. Tristeza y desolación por estos acontecimientos que se producen por falta de políticas informativas del gobernante a sus gobernados. Entre las atribuciones que la Constitución asigna al Presidente consta la de definir las políticas públicas (147.2), y la de “dirigir la administración pública” (147. 5). La Ley de Radiodifusión y Televisión obliga a toda estación a trasmitir en cadena “los mensajes o informes del Presidente de la República… de los ministros de Estado o funcionarios gubernamentales que tengan este rango… Estos espacios serán usados exclusivamente para la información de las actividades de las respectivas funciones, ministerios u organismos públicos”. El artículo 59 ordena a los medios emitir “partes, o mensajes de emergencia del Presidente de la República”. El Presidente no tiene tope en cuanto a número y duración de sus cadenas, lo que no ocurre con los jefes de las otras funciones del Estado.
Las cadenas están destinadas para que las máximas autoridades envíen mensajes a la población. Un verdadero estadista las emplearía para informar, educar y alertar respecto a hechos dramáticos como la proliferación del dengue, y las alternativas de evitarlo. Informar, educar y alertar respecto a cómo se puede contrarrestar los efectos de fenómenos naturales previsibles, como son El Niño o La Niña. Para iniciar una campaña para acabar con los choferes que asesinan peatones y luego huyen con la complicidad de ciertos colegas del volante.
Un demócrata al frente de una nación haría uso de esas cadenas para enviar mensajes serios, mesurados, positivos y continuos sobre los peligros que acarrea a un país el odio y las peleas internas. Informaría de las obras que se ejecutan para evitar las inundaciones por efectos previsibles, o para combatir la inseguridad. Eso lo haría un estadista, un demócrata. Una cadena no es para oír o ver shows mediáticos o insultar, cantar, bailar o romper diarios o libros como lo hicieron tiranos que gobernaron naciones en el siglo pasado. Un dictadorzuelo emplearía las cadenas para insultar, acabar con aquellos que discrepan de sus ideas y métodos. Un dictadorzuelo rompería o quemaría toda publicación que no sea de su agrado, para imponer un modelo y mantener al pueblo sumido en la mentira y el miedo.
Las cadenas tienen por objeto informar, crear, educar y advertir. No destruir y, menos, dividir.
portiz@elcomercio.org

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