El socialismo, en que se inscribe el Gobierno, considera que el valor lo genera el trabajo, no el capital. Las utilidades de una empresa son una apropiación de lo que legítimamente pertenece al trabajador.
En una economía de mercado, el empleo en empresas privadas es imprescindible. Las autoridades optan por elevar las condiciones mínimas en que puede darse ese empleo, para que la apropiación sea más llevadera:
-se elevó el salario mínimo marcadamente por encima de la inflación en los últimos tres años, en búsqueda de un salario justo;
-se circunscribe la intermediación laboral a lo estrictamente imprescindible: que todo trabajador goce de plena estabilidad.
Hay una relación entre inversión y empleo. Mucha mano de obra y poco capital significa sueldos bajos. Al elevar las condiciones del trabajo mínimo, el Gobierno incrementa el capital requerido por puesto de trabajo. Como el capital no crece, cae el empleo.
Los trabajadores que conservan su empleo gozan de mejores condiciones. Pero muchos se quedan fuera de la economía formal.
Lo anterior es teórico. Pero las estadísticas del INEC lo corroboran. En el último trimestre de 2009 hay 1 720 711 empleos plenos urbanos. Hace un año eran 1 910 806. Se perdieron 190 095 empleos plenos, uno de cada 10.
El problema es particularmente grave por la etapa demográfica que atraviesa el país.
El Ecuador entró en la primera mitad del siglo XX en la fase de fuerte crecimiento de la población gracias a los avances en salubridad. A esa fase pertenece la población que hoy está en edad de trabajar, mucho más numerosa que los retirados. La población urbana en edad de trabajar crece 3,2 % anual.
Estamos entrando en la siguiente etapa: las parejas planifican el número de hijos. La población urbana crece 1,7%. La generación menor de edad no es tan mayor a aquella en edad de trabajar.
En esta etapa demográfica, en que el número de cargas de los que no trabajan es relativamente bajo, las economías suelen despegar, con crecimiento sostenido de 6 % a 10 % anual.
Pero esa etapa es brevísima. Cuando los niños de hoy trabajen, deberán mantener a una generación numerosa de retirados. Por eso el IESS se preocupa del déficit actuarial. En este período en que hemos perdido 190 095 empleos, la población urbana en edad de trabajar creció en 237 296 personas.
La búsqueda de condiciones más justas para el trabajador, propósito nobilísimo, incide en la baja del número de empleos, mientras que la población crece.
Seremos un país con un sector formal cada vez más pequeño, donde un empleo pleno sea muy difícil de realizar. Entraremos en la fase de envejecimiento de la población, sin haber despegado económicamente.