En el país donde lo insólito es lo ordinario, acaban de abrirle paso a dos reformas de la ley de elecciones que, aunque se llama código de la democracia, hacen un poco menos democrático al país. La primera reforma cambia el método de distribución de escaños en la Asamblea Nacional; en lugar del sistema actual se utilizarán dos métodos, el D’Hondt para asambleístas provinciales y el Webster para nacionales; métodos que antes fueron rechazados y, uno de ellos, declarado inconstitucional. Vuelve el pasado; el Ecuador se da las vueltas como el danzante, decía la abuela. Se legisla con miopía, no para largo plazo sino para la coyuntura. Cada movimiento quiere imponer su propio método; no el más justo ni el más democrático, no el más equilibrado o el que mejor refleje la voluntad popular, no el que garantice la participación de minorías, como manda la Constitución, sino el que más se acomode a sus conveniencias.
La segunda reforma prohíbe a los medios de comunicación, durante el período electoral, la “difusión de reportajes, especiales o cualquier otra forma de mensaje que tienda a incidir a favor o en contra de determinado candidato, opciones, preferencias electorales o tesis política”.
Mientras la Asamblea debatía estas reformas, introducidas mediante el veto presidencial, el Primer Mandatario criticaba a la prensa por haber interpretado que no se podría entrevistar a los candidatos. No afecta a las entrevistas, aclaró, sino a los reportajes, y no a todos los reportajes sino a los que tiendan a incidir a favor o en contra de un candidato.
Los medios interpretaron que puede afectar a las entrevistas porque la ley dice “cualquier forma de mensaje” y la entrevista es también una forma de mensaje. Nadie puede concebir que un candidato, entrevistado, no tienda a incidir a su favor. En todo caso, la interpretación quedará para el reglamento de la ley o para la autoridad electoral que aplique la reforma.
La voluntad presidencial se impuso en la Asamblea. Aunque varios asambleístas de Alianza País habían expresado públicamente su desacuerdo con esta restricción a la prensa y al derecho de los ciudadanos a estar informados, en el momento de la votación se abstuvieron o se allanaron al veto.
La sola posibilidad de que el Presidente pueda ser candidato , empaña una reforma que es de su autoría exclusiva, puesto que no fue aprobada por la Asamblea. Para evitar que un candidato legisle a su favor y afecte desde el poder a los demás, se concibió la prohibición de la reelección inmediata.
Se impidió la libre publicidad, se redujo el período electoral, se vetó la difusión de encuestas, ahora se prohíben reportajes y entrevistas a los candidatos. A este paso la contienda electoral será una pelea entre burro amarrado y tigre suelto.