En los últimos días, se ha activado el mensaje del Gobierno que estamos avanzando hacia el fin del estado burgués y, por ende, al fin de la burguesía, como clase dominante.
Los medios de comunicación cuya propiedad no es del Estado, o de quienes están en su entorno, son los primeros acorralados.
La historia de modelos socialistas que han accedido a ser gobernantes -también en toda forma de totalitarismos- ha sido destruir, expulsar o forzar la salida de las burguesías, mediante la estatización formal o la asfixia de empresas u otros espacios sustento de sus economías, en beneficio de la consolidación del poder estatal, usualmente con agresivas prácticas comunicacionales para desprestigiarlas y, a su vez, proclamar lo cuasi milagroso del proyecto gobernante.
El papel de una fuerza política que se confunde con el Gobierno en sí –partido único o cosa parecida- es esencial.
Pero, desde el poder y su entorno, el curso que se ha seguido es el surgimiento de una nueva burguesía, porque su sustento y nutrientes han estado en el ejercicio del poder.
En unos casos, esa nueva burguesía, una vez producida la crisis del modelo carcomido por la corrupción, deja a la vista a los nuevos ricos. Las llamadas “repúblicas democráticas” (Este de Europa), Rusia y los países que surgieron del fraccionamiento de la vieja Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, lo evidencian.
El caso de la República Popular China es diferente. Mantiene la ficción de ser un país socialista, con partido único, pero la nueva burguesía –con multimillonarias fortunas- surge desde este, mientras tiene el apoyo del sector gobernante.
La República Popular Democrática de Corea del Norte -¿democrática?, ¡qué ironía!- del presidente eterno Kim Il-Sung y luego su descendencia –aproximándose a siete décadas de poder- es una farsa de socialismo y de democracia.
En Cuba hay el entorno de históricos y nuevos funcionarios del Estado, que no propiamente una burguesía. El bloqueo norteamericano de décadas y la proximidad del Gobierno cubano con otros países de la región y sus formas de solidaridad, aun con gobiernos de diferentes ideologías, hacen de Cuba un caso sui géneris, con una economía en que aún no se alcanza un despegue sustancial.
Con este repaso histórico, nos preguntamos ¿qué realmente está pasando el Ecuador? ¿Avanzamos al fin del poder de la burguesía? ¿El modelo es el fin del Estado? ¿O la consolidación del Estado y la extensión de su control, más que un fin, es un medio?
En democracia, con separación de poderes, con reglas electorales no ajustadas a conveniencias en las coyunturas electorales y con una función electoral no sometida, al debate sobre temas políticos y económicos, le siguen procesos electorales confiables.
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