Existe una opinión casi unánime: la mejor novela escrita durante el período estaliniano es ‘El maestro y Margarita’, de Mijaíl Bulgákov. Fue publicada por primera vez, con la eliminación de más de cien páginas, en 1966, veinte y seis años después de la muerte de su autor. Está escrita, por la imperiosa necesidad de eludir la censura, en clave. El diablo y los integrantes de su séquito, omnipotentes y omniscientes, despiadados, visitan la ciudad de Moscú: durante cuatro días absurdos y mágicos, quizás de pesadilla, se producen acontecimientos insólitos que a todos sorprenden y que nadie puede explicar: accidentes, embrujamientos, metamorfosis, desapariciones, reclusiones en hospitales para enfermos mentales, incendios…
La novela es una parodia de la vida cultural soviética: los privilegios, las intrigas y la corrupción de los escritores oficiales; la limitación y el control de la creación artística y, específicamente, del teatro y la novela; la prohibición, expresa o tácita, de publicar o representar obras de los autores independientes o críticos; la imposición de una visión ideológica y la censura infalible e inapelable; las campañas de difamación y desprestigio; el temor y la incertidumbre siempre presentes ante la posible represión, la reclusión y la muerte… El diablo, con la capacidad de determinar los destinos y destruir las vidas de los seres humanos, es la encarnación vívida y trágica del mal y del poder totalitario.
Bulgákov recrea y describe algunos hechos de su vida personal: la relación con Yelena, su segunda mujer, que le inspiró el personaje de Margarita; los conflictos con la censura; la destrucción tardía e infructuosa de su diario (el maestro quema una novela sobre Poncio Pilatos); la presencia sigilosa e intimidante de agentes de la policía política; la negativa para salir del país… En 1929, angustiado, escribió a Gorki: “Todas mis obras de teatro están prohibidas, en ningún sitio quieren publicar una sola línea mía, no tengo ninguna obra en la imprenta… Todo lo que he escrito durante los diez últimos años de trabajo en la Unión Soviética ha sido destruido. Para terminar, sólo falta que me destruyan a mí…”
Stalin admiraba el talento del escritor. Hay constancia de que asistió al teatro 15 veces para presenciar ‘Los días de los Turbín’, la única obra que pudo representar. Es tal vez la razón por la cual no fue encarcelado. El 2 de abril de 1930, Bulgákov le escribió una carta en la que denunciaba la imposibilidad de publicar su trabajo, rechazaba la campaña periodística en su contra y, con valentía ejemplar, condenaba la censura y abogada por la libertad de prensa: “Es mi deber como escritor luchar contra la censura, sea del tipo que sea y sea cual sea la autoridad que la detente, así como realizar los llamamientos que sean necesarios a favor de la libertad de prensa. Soy un entusiasta partidario de esta libertad…”