Lo bueno de los malos…
El ideal de una sociedad democrática es la participación informada, consciente y razonada de los ciudadanos en todos los asuntos públicos y especialmente a la hora de elegir representantes.
Por desgracia, la mayoría considera los asuntos públicos como algo ajeno, perteneciente a una clase superior, la clase política, en la que no confía. La mayoría de los electores se limita a emitir su voto por la amenaza de multas impuestas por los políticos. El voto ha dejado de ser un acto racional para terminar en un gesto emocional. Se vota por miedo, por simpatía, por ingenuidad, en el mejor de los casos por esperanza.
La campaña electoral casi siempre termina en la polarización de los electores, inducidos por los candidatos, los partidos y las tendencias que no solo exponen sus ideas y propuestas, sino que dedican demasiado tiempo a desacreditar a los otros. El voto termina siendo una elección entre buenos y malos. Platón estableció que el hombre está hecho para vivir en sociedad y eso impone el compromiso común de buscar el bien individual y colectivo; pero la civilización actual fomenta el egoísmo.
Para racionalizar las emociones debemos establecer quiénes son los buenos y quiénes son los malos y después determinar lo bueno de los malos y lo malo de los buenos. Si se trata de emociones personales, no existen parámetros objetivos; buenos son los que hemos escogido y malos son los otros. La polarización ideológica, aunque se haya reducido sigue dividiendo a los electores y a los candidatos entre derechas e izquierdas.
Lo bueno de la izquierda es su preocupación por los desheredados y marginados, su interés en mejorar la distribución de la riqueza, la defensa de los derechos humanos y la lucha por la preservación del medio ambiente. Lo malo de la izquierda es la provocación del resentimiento y la división de la sociedad, la justificación de la violencia como protesta y reclamo, el desprecio a la religión y los valores espirituales, la inclinación al estatismo y el odio a los que generan riqueza.
Lo bueno de la derecha es la generación de oportunidades para todos, la defensa de la libertad y la iniciativa individual, la capacidad de generar riqueza y empleo, el respeto a la ley y los valores democráticos, el aprecio de la religión y los valores trascendentes. Lo malo de la derecha es el egoísmo y la avaricia, la propensión a evadir impuestos, la sobrevaloración de las leyes del mercado, la inclinación al monopolio, el descuido de la contaminación ambiental y el olvido de los valores culturales.
Entre la derecha y la izquierda caben numerosas posiciones y matices más cercanos al centro . Si los electores premiaran propuestas políticas que huyan de los extremos y generen posiciones más humanas, democráticas, solidarias, libres y basadas en valores, habríamos encontrado otro modo de redimir la actividad política, la de los candidatos y la de los ciudadanos.