Aunque no soy historiador, ni quiero en lo más mínimo parecerlo, me he puesto en estos días a reflexionar sobre la función de esta disciplina a la luz de los recientes acontecimientos mundiales, particularmente a partir de lo que ahora está sucediendo en varios países de Oriente Medio.
Las imágenes que nos presentan los medios sobre la situación de Libia no son más que el reflejo del lado más nefasto y oscuro de la historia. Muamar Gadafi, a sangre y fuego, conserva el poder por más de 42 años. Un día fue el principal instigador del terrorismo a nivel mundial y, otro , fiel aliado de Occidente. Sus encuentros con líderes como Tony Blair, Nicolás Sarkozy, Silvio Berlusconi o Gordon Brown no han podido limpiar su imagen. Lo que es repugnante, por no decir inaceptable, es la aquiescencia y beneplácito que sigue teniendo Gadafi en América Latina. Castro, Chávez, Ortega e incluso Correa no se inmutan de lo acontecido recientemente en Libia.
Ante ello, la historia no puede ser una mera narración de hechos. El razonamiento histórico tiene que ser comprensión crítica de una trama de acontecimientos. Independientemente del camino oscuro que tome en realidad, de cuan cínica y sórdida sea, debe contextualizar, matizar, confrontar, revelar.
¿Qué quiere decir esto en realidad? Que aunque es positiva la posición de un líder mundial como Barak Obama, criticado en su país esencialmente por ser negro, cuando ha dicho que EE.UU. debe estar del “lado correcto de la historia”, esa posición debería mantenerse no solo en relación a Libia o Egipto sino ante regímenes dinásticos que han permanecido por mucho tiempo aliados de Occidente en la región y dejan mucho que desear en términos democráticos. Por ejemplo, la monarquía existente en Arabia Saudita.
El tema no es fácil porque todos sabemos que lo que suceda en Arabia Saudita y reinos satélites influye de manera determinante en los precios del petróleo y, en consecuencia, en la estabilidad de la economía mundial.
El levantamiento del mundo árabe y el surgimiento de un inusitado fervor democrático parecerían marcar una nueva era. No sé si pueda hablarse del fin del colonialismo y el aparecimiento de nuevas formas de gobierno. Sin embargo, no me preocupa el papel de EE.UU. y los países de la OTAN, sino de China y Rusia. ¿Qué papel juegan estos “nuevos” actores en el sistema internacional?
Permanezca o no Gadafi al frente Libia, el tema esencial reside en hacer buena o mala historia. Buena en el sentido de revelar la realidad con todos sus matices, relaciones de poder y desviaciones. Mala historia es lo que nos estamos acostumbrando a leer y escuchar no solo en Oriente Medio sino también en Ecuador.