El día viernes, este Diario publicó una serie de datos que muestran que las víctimas fatales de los accidentes de tránsito en el feriado de Año Nuevo han aumentado en relación con el año anterior. Contradictoriamente, esto ocurre cuando se está implementando un control mucho más estricto de límites de velocidad. ¿Qué pasó? Mi teoría, sin ser un experto en temas de tránsito, es que, como muchas cosas en este Gobierno, el límite de velocidad es una buena idea, pero está mal aplicada.
Al poner un límite de velocidad, se debe encontrar el complejo equilibrio entre seguridad y eficiencia. Sería muy seguro poner un límite de velocidad de, digamos, 20 km/h, pero en ese caso nada se movería en el país. Por otro lado, todo se movería rápido si el límite fuera 200 km/h, pero los accidentes serían demasiados.
Obviamente, eso significa que los límites deben estar en función de la calidad de las vías y de los vehículos. En buenas carreteras y con buenos autos, los límites pueden ser más altos. Por ejemplo, Alemania, el país de los autos de lujo y el inventor de las autopistas, tiene muchas vías sin límite de velocidad y, al mismo tiempo, un bajo nivel de accidentes.
Para sustentar lo de “buena idea mal implementada”, voy a dar un par de ejemplos. La vía Simón Bolívar, al este de Quito, es una autopista que llega a tener hasta 10 carriles (5 de ida, 5 de vuelta). Los peraltes están bien hechos y el asfalto está en perfecto estado. Velocidad máxima, 90 km por hora. Muy seguro, pero tremendamente ineficiente, pero la ley y su reglamento obligan a que ese sea el límite. No se considera que es una carretera en la que no sería peligroso ir más rápido.
Otro ejemplo, la vía Baños- Puyo, una carretera en buen estado, pero que dista mucho de ser una autopista. Es una vía llena de curvas, con sólo un carril de ida y un carril de regreso que, además, va junto a varios precipicios al bajar por la cordillera. Velocidad máxima, 100 km/h. Y ese es el límite porque las normas así lo fijan, aunque sería una locura circular por ahí a más de 80 km/h.
En conclusión, poner límites a la velocidad está bien, pero no esos límites, tan cuadrados e inflexibles. Hay carreteras en el Ecuador en las que no sería peligroso circular a más del límite, mientras que en otras sería suicida llegar a la velocidad máxima permitida. La idea es buena, la implementación deficiente.
En este Gobierno hay un montón de buenas ideas, mal aplicadas. Era una buena idea subir el bono, pero no con ese financiamiento. Era una buena idea aumentar la participación del Estado en la producción petrolera, pero no rompiendo contratos vigentes. Era una buena idea reformar la justicia, pero no con ese proceso. Era una buena idea cambiar el sistema político, pero no con esa Constitución.