La buena educación

Menudo lío. Escribí que me parecía cínico que estudiantes universitarios chilenos, responsables y mayores de edad, se empeñasen en que otros pagasen por sus estudios y, encima, que clausuraran las universidades privadas lucrativas. Mucha gente protestó.

Descartados los insultos personales, el mejor argumento de quienes rechazan mi posición es de quienes opinan que es una inversión y no un gasto. A la sociedad, dicen, le conviene tener buenos profesionales. Así todos progresamos. De acuerdo: la educación puede ser una inversión. Pero hay otros asuntos que abordar.

El primero es de carácter moral. El Estado, insisto, no debe otorgarles privilegios a los adultos responsables. El Estado, en cambio, puede estimular los estudios universitarios avalando préstamos y otorgando becas para los mejores. La meritocracia es un factor clave en los sistemas donde no se busca la igualdad de resultados, sino del punto de partida.

Los universitarios que pagan sus estudios suelen esforzarse y exigirles más a sus profesores. Tienen más incentivos para trabajar y crear riquezas cuando terminan. Los fondos que devuelven sirven para los que vienen detrás. Es más justo.

Hay universidades latinoamericanas públicas y gratuitas en las que el promedio de años de estudio por alumno duplica al de las universidades privadas. Es una ley económica invariable: "Cuando la oferta es gratis la demanda es infinita y el consumidor, además, no la valora".

Como los recursos estatales son siempre escasos, deben ser empleados con más inteligencia. Si se quieren adultos responsables que sean buenos universitarios y mejores ciudadanos, donde se debe poner el acento es en la enseñanza preescolar, primaria y secundaria. En las primeras etapas de la vida se forman el carácter, los hábitos y los valores.

Para contar con buenos universitarios hay que formar buenos alumnos en los primeros grados. Es en esa época donde hay que suplirles alimentación adecuada y maestros dotados de buenos métodos pedagógicos y bien remunerados, para que al llegar a la edad adulta, puedan tomar las primeras decisiones vitales: cómo se van a ganar la vida, qué estudiarán, qué actividad emprenderán, cómo y cuándo constituirán sus familias.

Quienes hemos tenido experiencia docente universitaria, sabemos la enorme diferencia que existe entre los estudiantes formados en buenas escuelas durante los primeros grados, y los que provienen de pésimas instituciones, generalmente públicas, donde los maestros no tienen buena preparación, están desmotivados o no están decentemente remunerados.

Una última e inteligente observación, hecha por el profesor Alberto Benegas Lynch desde Argentina: le parece curioso que esos universitarios que se oponen al lucro, cuando se convierten en profesionales rara vez emplean su tiempo en ayudar gratuitamente al prójimo.

Lo dicho: el lucro que les molesta es el de los otros.

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