Argentina se asfixia. Está en un tobogán por la oscura muerte del fiscal Alberto Nisman. Los medios argentinos, particularmente la TV, revelan esta crisis que involucra a las más altas autoridades del país. En sus relatos hay de todo. Van desde los que desfiguran el incidente construyendo una suerte de cuento policiaco y amarillista, pasando por análisis serios, pluralistas y bien informados, hasta paneles de discusión con miembros adherentes y opositores al Gobierno de Cristina Fernández viuda de Kirchner (CFK), donde se lanzan gritos, se sacan cueros al sol o se intercambian amenazas furibundas.
Sin duda lo que sucede en los sets de la TV argentina es un cruce de sentimientos de impotencia, desgarre y bronca, reflejo de lo que pasa en las calles y casas, por la conciencia de que se impondrá la impunidad, ya que dicha muerte, de ser un crimen, jamás nadie saldrá castigado, aunque todo mundo intuye quiénes son los responsables.
El hecho ciertamente es escandaloso. El lunes 19 de enero pasado, el fiscal federal Nisman debía concurrir al congreso argentino para presentar pruebas de una gravísima acusación que en días pasados había levantado contra la presidenta CFK y su canciller, por encabezar acciones de encubrimiento de los responsables del atentado terrorista realizado en 1994 por agentes iraníes contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, AMIA, que costó la muerte de 85 personas, hecho hasta ahora no esclarecido.
Sin embargo, esta comparecencia del fiscal, esperada por todo el país, se frustró. En la madruga de ese lunes fue encontrado muerto en el baño de su departamento. Inmediatamente, se habló de tres hipótesis: de suicidio, de suicidio inducido y obviamente de asesinato. La mandataria CFK, de manera apresurada salió a las redes sociales a validar la versión de suicidio, horas después daría una nueva diferente. Mientras tanto la mayoría del país tiene la certeza del asesinato. Se acumula la indignación.
Al tiempo, la Casa Rosada, que aloja a una Cristina cada vez más ahogada en el desprestigio y enredada en los juicios de sus cercanos colaboradores por malos manejos, que ha llevado al periodista Jorge Lanata a afirmar que este es “uno de los gobiernos más corruptos de la historia argentina”.
En las calles, según diversas voces, hay la sensación de que el crimen quedará impune, como muchos otros, debido a justicia corrompida y controlada, como están la mayoría de instancias del Estado. Denuncian vivir en un Estado secuestrado por el populismo y por voraces intereses. Lamentan presenciar una sociedad eclipsada, sin representación política, aunque hastiada y cada vez más al borde de la explosión.
Qué fin tiene uno de los autodenominados “gobiernos progresistas” de América Latina. Buen espejo para vernos, reflexionar y actuar.
mluna@elcomercio.org