Si no fuera excesiva ironía, podría decirse que el nuevo Gobierno de Francia, del socialista François Hollande, ha empezado ‘con pie derecho’, para indicar que lo ha hecho acertadamente.
En efecto, aparte de la celebración del triunfo electoral sobre el anterior Presidente, de la imposición de condecoraciones y de los desfiles militares… cuando la primera sesión de Gabinete, se ha decidido que el propio Mandatario y todos sus colaboradores más cercanos deberán reducir sus remuneraciones en la medida del 30%.
Se ha resuelto así, por la urgente necesidad de bajar el déficit que hay entre los ingresos y los gastos de las finanzas públicas y de aumentar las inversiones sociales. Quizás la medida no satisfará ambos propósitos, pero no cabe duda de que ejemplificará la decisión de cumplir con las promesas que se formularon durante la ruda campaña electoral y la voluntad de compartir con la ciudadanía las severas disposiciones que, seguramente, van a implantarse dentro de corto plazo, en medio de la tormentosa economía europea.
Y obviamente que con el mandato se testimonia la evidencia que el cargo gubernamental de ninguna manera puede ser considerado como oportunidad de enriquecerse, sino como la suprema responsabilidad de servicio, sobre todo a quienes son el tema de casi todos los discursos políticos, o sea los pobres, los desposeídos de los bienes materiales, los excluidos del disfrute del poder.
De ahí que ese constituya el sobresaliente “buen ejemplo” que hemos recibido de la administración francesa. Además, que resultaría magnífico que se lo imitare en todo el mundo , pero si este macroobjetivo no depende de la voluntad de nosotros, sí es pertinente que se lo plantee y se trabaje por la materialización del arbitrio, siquiera dentro del pequeño Ecuador, colmado de ministros, asesores y consejeros de toda clase.
Tanto más que durante los años más cercanos -básicamente los del gobierno del economista Rafael Correa-, se ha recibido el premio gordo de los excepcionales precios internacionales del petróleo ‘crudo’. Con ellos se han ejecutado algunas obras significativas y se han adquirido implementos para el sector oficial -edificios, oficinas, vehículos– pero al mismo tiempo se han multiplicado los aportes de ‘servicios’ como suele llamárselos con una notable dosis de eufemismo, destinados a sueldos, viajes, propaganda personal, abriéndose más diferencias con el resto de los moradores del país, lo que incluye a grandes sectores poblacionales, que deben arreglarse para subsistir con precarios ingresos de un dólar y veinte centavos cada día.
Nunca es tarde para rectificar; tal vez la próxima campaña electoral brinde la ocasión de que los términos tan manoseados de justicia, de solidaridad y, ni qué decir, de igualdad, alcancen incontrastable realidad en la vida cotidiana de todos los ecuatorianos.