Hoy la pelea es entre las cervecerías. Y los funcionarios de la “Superintendencia de Control del Poder de Mercado” fungen de árbitros.
Lo peor es que la pelea no la va a ganar aquel que tenga la mejor cerveza o que sea más eficiente produciéndola, sino aquel que tenga más poder convenciendo burócratas.
Hasta hace unos meses, el mercado de cerveza en el Ecuador estaba tremendamente concentrado, es decir, un sólo proveedor controlaba el 90% del mercado (o sea, casi un monopolio). Hoy, como resultado de una fusión a nivel internacional, resulta que un sólo proveedor podría controlar el 95% del mercado. Eso es un empeoramiento pero, siendo sinceros, ya estábamos bastante mal antes del cambio.
Y todo esto se da porque a escala mundial SAB Miller se está fusionando con AB InBev y eso hace que los dos principales productores del país también se fusionen.
Para que una operación de este tipo pueda perfeccionarse a escala mundial se necesita que las empresas consigan la autorización para juntarse en cada país donde estén presentes las dos. Por eso, los dos principales productores en el Ecuador solicitaron el permiso ante la Superintendencia.
La Super les permitió que se fusionen, pero poniendo algunas condiciones, entre esas, la venta obligada de ciertas marcas a “un tercero”, a alguien que les pueda hacer la competencia. En otras palabras, de las muchas marcas de cerveza que iba a controlar la gran empresa resultado de la fusión, tenía que deshacerse de unas pocas para que quien las compre pueda entrar con algo de fuerza a competirle al gigante. Se la ordenó vender, por ejemplo, las marcas “Dorada” y “Biela”.
El interesado en comprar las marcas sería, según lo reportó este Diario el día miércoles, la empresa Heineken.
Pero ahora, la Superintendencia modifica su decisión y ordena a la empresa fusionada a vender también la marca “Club”.
Más allá del precedente de inseguridad jurídica que implica primero aprobar una cosa para luego aprobar otra, el problema de fondo es que esta batalla la va a ganar quien mejores argumentos presente ante los burócratas de la Super para convencerles que ordenen la venta de una u otra marca de cerveza. Es decir, no seremos los consumidores quienes decidamos.
Se supone que la idea de controlar monopolios y fomentar la competencia es para beneficiar a los consumidores y no para dar poderes omnímodos a los burócratas. Porque si de mimarnos a los consumidores se tratara, lo ideal sería liberar las importaciones de cervezas (y de los ingredientes necesarios para prepararla) y simplificar la normativa que define qué es cerveza. Y así habría competencia y el triunfador sería el que gane más paladares y no el que convenza más burócratas.
@VicenteAlbornoz