La Nación, Argentina, GDA
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que procura obtener su reelección como candidata del Partido de los Trabajadores, liderado por el expresidente Lula, se impuso en la primera vuelta. Pero el segundo puesto, sorpresivamente, fue para Aécio Neves, el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña. La ascendente Marina Silva debió finalmente contentarse con el tercer puesto. Habrá segunda vuelta el 26 del corriente mes.
Una amplia mayoría de brasileños se pronunció a favor de un cambio de rumbo. Los doce años del oficialismo en el poder han terminado generando desgaste y un ambiente de fatiga y desencanto. Existe una clase media notoriamente preocupada por la parálisis que afecta a la que es hoy la séptima economía del mundo, y más aún, abiertamente disconforme con la baja calidad de los servicios públicos educativos, sanitarios y de transporte.
Con una inflación del 6,5% y una intervención estatal agobiante, manipulación de los precios de los combustibles y sobrerregulación del sistema financiero, la confianza de los inversores parece minada.
El ascenso final de Aécio Neves y los votos de Marina Silva parecen sugerir que los brasileños querrían un cambio, pero de la mano de líderes confiables y dentro del andarivel de la prudencia. Neves ha gobernado dos veces el estado de Minas Gerais, el segundo entre los más poblados del Brasil. Su doble gestión de gobierno ha sido realmente impecable y la culminó con un amplio porcentaje de aprobación: 92%.
La segunda vuelta electoral se decidirá presumiblemente en función de hacia dónde se vuelquen los votos que cosechó Marina Silva. Según los sondeos preliminares, una mayoría de esos votos iría hacia Dilma, pero las encuestas brasileñas han demostrado con las predicciones previas a la primera vuelta que no son muy confiables.
Se impone en Brasil un replanteo de la estrategia externa. La llamada “paciencia estratégica” mantenida hasta ahora frente a los constantes y caprichosos bloqueos de la Argentina y Venezuela en el ámbito del Mercosur ha terminado por hartar a la comunidad de negocios brasileña.
Son muchos los datos negativos. El real se devaluó casi un 10% en los últimos tres meses; las acciones que cotizan en bolsa se desplomaron un 11,7% el mes pasado; el déficit del sector público es del 4,6% del PBI; la deuda pública es ya del 60% del PBI, y el gasto público, que a fines de la década de los 80 era del 24% del PBI, hoy ronda el 40%.
Neves ha convocado al respetado economista Arminio Fraga para conducir una transición que Brasil y la región toda parecen necesitar. La necesidad de cambio es, para Brasil, tan significativa que seguramente la propia Rousseff no podrá permanecer ajena a las insistentes demandas de la gente. Su fuerte retórica izquierdista en la primera parte de la campaña no la ayudará en la segunda. Si los brasileños realmente apuestan a un cambio, la opción por Neves aparece como mucho más viable que el populismo de la actual Presidenta.