Han pasado 10 años desde que Michael Moore, ferviente crítico de la sociedad en la que nació, denunciará al mundo la violencia en EEUU y la influencia de la libre posesión de armas sobre la ocurrencia de asesinatos masivos .
Desde la tragedia en el colegio Columbine en que 13 personas murieron, han ocurrido 31 matanzas más en centros educativos. En total ha habido al menos 61 asesinatos masivos en los EEUU. El episodio del día viernes en Newton, Connecticut fue el 2do de la semana pasada. Lo que le diferencia de los anteriores, es que 18 de sus víctimas fueron niños.
Si este no es un removedor de conciencia de la rancia National Rifle Association, y del más extremo conservadurismo ¿qué más hará falta? El promedio de personas que mueren por impactos de bala en los EEUU es 20 veces más alta que en los otros países de ingresos similares. De hecho, según Michael Bloomberg – alcalde de New York, y uno de los más articulados defensores del control de armas – desde 1968, 400 000 estadounidenses han muerto debido a las armas, cifra que es más alta que sus soldados muertos en la 2da Guerra Mundial.
¿Qué otra clase de evidencia necesita esta sociedad abofeteada, para discutir acerca de la libre posesión de armas, con serenidad, lejos de los prejuicios, distorsiones e intereses económicos entorno al NRA y los republicanos? Los argumentos fundados en la libertad de los ciudadanos son poco convincentes. ¿Qué clase de libertad puede existir en una sociedad armada hasta los dientes en la que prima el miedo? ¿Es esa una sociedad más segura y pacífica? ¿La segunda enmienda se imaginó una escena macabra como la de Sandy Cook? Solo en un estado fallido, en el que la institucionalidad es incapaz de defender a sus habitantes, se puede pensar en que éste ceda el monopolio de las armas a los ciudadanos.
Lo que ocurre en los EE.UU. conmueve al mundo. Muchos de los perfiles de los asesinos corresponden a personas con serias complicaciones emocionales y mentales. Seres humanos aislados del entorno, que quizás nunca accederían a armas, si es que no fuera porque éstas circulan libremente en su alrededor.
El fenómeno de las matanzas masivas por supuesto tiene complejidades sociales más profundas e intricadas que la libre posesión de armas; sin embargo al menos se puede concluir que el fácil e instantáneo acceso a las mismas está simplificando que estas personas puedan consumar su conducta patológica.
Estados Unidos debe regresar a ver los casos de Australia e Inglaterra. Dos países que han prohibido del todo o regulado severamente la tenencia de armas, y que desde entonces no han visto fenómenos como el de la escuela Sandy Cook. El tema para Obama es una papa hirviente entre manos.