La primera vez que los dos se vieron de cerca, el joven Rodrigo Borja recibió una tremenda paliza y fue a dar en la Clínica Ayora, sometido a un tratamiento médico que duró dos meses. Fue en 1955, cuando frisaba los 20 años y era estudiante centro-izquierdista de la Universidad Central y el ‘Profeta’ Velasco Ibarra terminaba -esta vez sin caerse- su tercer período presidencial, ya con 62 años.
En esa época, el Palacio de Carondelet era la Presidencia de la República, pero además alojaba al Congreso Nacional en el primer piso. Borja ganaba sus primeros sucres como amanuense de la Cámara de Diputados. Una tarde, los dos se encontraron en el pretil de Palacio y el doctor Velasco Ibarra tuvo un gesto propio de su cortesía. Se sacó el sombrero y saludó. Borja no le contestó el saludo porque consideró que hubiera sido un acto desleal con sus compañeros. El acto fue observado por dos guardaespaldas.
Ambos, indignados y ya fuera de la vista del ‘Profeta’, se lanzaron sobre el joven, quien les enfrentó a golpes —en esos tiempos era boxeador peso pluma—. Los atacantes sacaron sus toletes de acero y caucho y arremetieron con todo. Borja Cevallos despertó en la Clínica Ayora.
Años después, allá por 1960, Velasco Ibarra –ya de 67 años- era nuevamente candidato a la Presidencia, enfrentando al expresidente Galo Plaza Lasso en un clásico histórico. El 19 de marzo se programó la “entrada” en Quito del “loco”, como le llamaban sus adversarios, quien debía pronunciar un gran discurso en San Blas. La transmisión estaría a cargo de la popular Radio Tarqui, de Gustavo Herdoíza.
Pero esa madrugada varios jóvenes subieron a las alturas del Itchimbía, lugar en que funcionaban las antenas de las emisoras quiteñas. Su plan era siniestro. Nada menos que “volar” las instalaciones de Radio Tarqui. Uno de ellos, el más fuerte, Alfonso “el loco” Sevilla, se colocó al pie de la torre y sobre sus hombros se subió Lucho Guerrero. La escalera humana se completó con un tercer personaje. Un joven delgado y ágil -Rodrigo Borja Cevallos- quien se paró sobre los hombros de Guerrero, en el tercer piso de la pirámide humana. El joven Borja continuaba con su antivelasquismo vigente.
Desde lo alto de la torre humana, dirigido por un experto en instalaciones radiales, Borja cortó el alambre de alta tensión de la Radio Tarqui y 30 metros fueron colocados en una camioneta y arrojados al río Machángara desde un puente de la vieja carretera de Guápulo. Los jóvenes “terroristas” cumplieron su propósito: el discurso del ‘Profeta’ ante la multitud no pudo ser transmitido por la radio al culminar la “entrada” a Quito del candidato Velasco Ibarra.
Alejado ya de la política, Borja rememora ese loco episodio y anota: “¡Juro que ese el único acto de terrorismo que he cometido en mi vida!”. Treinta años más tarde, en el curso de un acto social, el maestro Juanito casi se desmaya por la sorpresa cuando el presidente Rodrigo Borja Cevallos le dijo con una sonrisa “yo fui el autor del famoso sabotaje a su emisora. Le pido disculpas”.