Bono del show
Vestidos como para festival llegaron muchas personas traídas en buses desde distintas ciudades del Ecuador. Caminaban por Quito en plan de turismo. Se las encontraba en los centros comerciales ubicados en las cercanías del parque La Carolina. Venían a descubrir la capital, sabiendo que les daban desayuno y “gastos de representación” para asistir a un mitin en el que el orador principal esperaba 150 000 espectadores que no llegaron.
Obviamente, alguien pagó el costo de ese espectáculo que debía ser de recordación y tristeza, no de jolgorio. De meditación y recogimiento para el Presidente de la República.
Un gran número de migrantes hacia la capital llegaron para participar en algo en lo que ellos no creen. No se veía en sus expresiones la alegría de estar en un acto de apoyo al Mandatario. Al contrario, estaban allí por ganarse un dinerito. Esperaban que llegue la hora para juntarse frente a una tarima. En el acto mismo, respondían a las voces de los “cheerleaders” (porristas en castellano) para gritar, aplaudir. No se apreció la reacción espontánea de quienes creen en algo. Se notó, en la gran mayoría de espectadores, que estaban allí por el nuevo bono del Gobierno, o de Alianza País, “el bono del show”.
Muchos se cansaron sea por las horas de viaje o por las de espera ya que desde muy temprano llegaron a Quito. El frío hizo su efecto. La lluvia fue devastadora para la mayoría de los asistentes, quienes sin la convicción que un acto de masas requiere, dejaron el espectáculo para subirse en los buses a esperar el retorno hacia su provincia. Poca gente se quedó al discurso que el orador principal, quien no habló con la fuerza y extensión como suele hacerlo. Tan poco efecto tuvo, que en la última sabatina no se refirió a lo ocurrido el día anterior.
Habitantes de Quito no concurrieron en el número que, me imagino, esperaba el gobernante. Parecería que los quiteños le siguen dando la espalda al mandatario, como lo hicieron en el referéndum en que no ganó como él creyó. Los residentes de la capital viven y soportan al Mandatario, y a sus actitudes nada democráticas, como amenazar con prisión a todo aquel que discrepa con su gestión. Los habitantes de esta ciudad se dan cuenta que el Alcalde de Quito ha descuidado la urbe, y la burocracia municipal ha arrasado con la paciencia de los ecuatorianos.
“Puede ser que uno de los mayores errores de los hombres públicos sea llegar a pensar que los apoyos en las urnas significan que se puede cambiar la manera de pensar de los ciudadanos. O que la sociedad cambia a golpe de decretos” (Luis del Vial, La Razón, Madrid, 25.09.11).
Esto se aplica al caso ecuatoriano, ante hechos que debería analizar el Mandatario, ya que él fue el detonante para precipitar lo sucedido el 30 de septiembre de 2010.