Dadas las costumbres de la política latinoamericana talvez no hubo otra alternativa que la mostrada ‘en vivo’ por las transmisiones de la televisión hacia varios países del continente. O sea que el flamante señor Nicolás Maduro, pronunciara el homenaje del coronel Chávez y que se posesionara del mando interino, mediante discursos que podrían caer bajo la categoría que en Ecuador se llama como ‘improvisaciones’, pero eso resultó apreciablemente lamentable.
Claro que la intención de los actos de la semana anterior era muy evidente: difundir entre los grupos populares la convicción de que Maduro era el auténtico ‘heredero’ de Chávez; promover una nueva campaña electoral, lo más corta que resultara factible y, quizás sobre toda otra consideración, borrar la huella de ilegitimidad constitucional que afeaba al mandato de Maduro, ya que este no había figurado como candidato de la anterior campaña, ni tampoco estaba apropiadamente investido de la dignidad vicepresidencial que se mencionaba a troche y moche.
Pero si se atiende a las mismas ‘improvisaciones’ ha de reconocerse que estuvieron demasiado debajo de lo que se merecía tanto el carismático líder recientemente fallecido, cuanto el colosal Simón Bolívar, el Libertador nada menos, a quien continuamente se aludía.
El elogio dedicado a Chávez, careció de una apropiada estructuración y por tal motivo, hubo repeticiones y no se otorgó el énfasis que hubiera sido de desear, a las líneas básicas que pueden advertirse durante los 14 años de la gestión del régimen ‘chavista’ que, quiera o no aceptarse, ejerció notoria influencia sobre los asuntos de todos los continentes y genera una obvia expectativa hacia el inmediato y no tan cercano futuro, inclusive.
Por supuesto que Bolívar es con mucha probabilidad, el más célebre de los genios que han nacido en América, y a la luz de esta lente debe ser estudiado. Redimió de las cadenas coloniales de una España que había caído en decadencia, a varios Estados modernos de América; proyectó, desde la temprana Carta de Jamaica dirigida a un caballero de esa isla, la poderosa confederación de naciones que sigue siendo todavía un sueño; luchó denotadamente por crear la Gran Colombia; pensó acerca de los grandes principios del régimen democrático, y los plasmó en el luminoso discurso de Angostura -ahora llamada Ciudad Bolívar- hacia fines del año 1819.
También fue inspiradísimo poeta; era un excelente orador, que conmovía las multitudes de sus oyentes; hombre además de amplias nociones científicas de la época.
Es justo el dolor que experimenta una parte del pueblo venezolano y le acompañamos en su duelo solidariamente, pero no cabe sacar a las realidades de su apropiado contexto. Aún es menos admisible que se actúe de tal manera, a pretexto de una confusa entelequia que algunos suelen llamar ‘socialismo del siglo XXI’.