En un dramático anuncio, cuyo éxito o fracaso acaso ponga en juego la propia Presidencia de Colombia y ciertamente el futuro de su carrera política, el mandatario de ese país, Juan Manuel Santos, acaba de revelar que después de pocos días se iniciarán sendas conversaciones, tanto en Oslo, capital de Noruega, cuanto en La Habana, capital de Cuba, entre el gobierno y los cabecillas de la guerrilla de las FARC, con el propósito de alcanzar la paz en Colombia.
Si es que tal ocurriere, Colombia lograría un objetivo que ha perseguido durante más de medio siglo, a partir del estallido volcánico, apasionado y sangriento que es conocido con el nombre de ‘bogotazo’.
Ocurrió el 9 de abril de 1948, mientras tenía lugar en la capital la Novena Conferencia Interamericana de Cancilleres, que daría la forma esencial de la Organización de Estados Americanos, la OEA. La causa inmediata del formidable holocausto fue el asesinato del líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán, adorado por las muchedumbres .
Dos años antes Gaitán había sido derrotado en las elecciones generales para ocupar la Presidencia, pero como lo resume apropiadamente Plaza-Janés, orador de barricada inspiradísimo –solía exclamar: “si avanzo, seguidme; si me detengo, empujadme y si retrocedo, matadme”– su prestigio y popularidad fueron creciendo, hasta convertirlo en el auténtico inspirador de la masa ciudadana.
“Su constante denuncia de la corrupción del poder y su campaña contra la oligarquía le hicieron depositario de todos los sueños de revolución”, a la vez que su asesinato en una calle de Bogotá provocó el estallido brutal y devastador de la indignación general. El señalado como culpable de haber disparado en pleno día contra el líder liberal, fue destrozado por los viandantes y arrastrado un largo trecho, dándose comienzo a toda una semana de saqueos, incendios, violaciones, que desbordaron la propia capital y causaron no menos de 5 000 víctimas.
Desde entonces se han propuesto decenas de métodos –algunos resultaron contraproducentes– pero la paz no volvió de manera plena al país. “Incluso hubo un gobierno militar – el del gral. Rojas Pinilla – y se pactaron entendimientos entre los partidos tradicionales – el liberal y el conservador pero de hecho y hasta ahora no se ha conseguido que la paz retorne a todo el territorio, lo que ilustra sobre la complejidad del empeño asumido por el presidente Santos.
Por cierto y a pesar de la conciencia perenne de la guerra civil, es sorprendente cómo Colombia vive una existencia relativamente normal; se desenvuelven los procesos constitucionales y las actividades propias de los diversos sectores de la economía van hacia adelante.
Como es fácil de presumir, el inmediato camino está erizado de dificultades y riesgos. Pero hasta donde puede advertirse, la opinión mayoritaria se alinea con el presidente Santos y en el menor de los casos, anhela que tenga éxito su más reciente empeño.