La cocina de América Latina puede servirnos para analizar una situación política contradictoria que también es válida para la reflexión electoral a nivel nacional. Se trata de comparar lo que sucedió en la última justa electoral en Argentina y el panorama de las próximas a realizarse en Venezuela. De allí el símil entre el bife de chorizo que es emblemático en las tierras que colindan con el río de La Plata, y las arepas, muy populares en los llanos cercanos al Orinoco. En ambos países se dan situaciones -en distinta dirección- relacionadas con uno de los temas más complejos de la ciencia política como es la concertación.
En el caso argentino, pueblo que mantiene un absoluto favoritismo por la presidenta Kirchner, la oposición decidió presentarse dividida a elecciones a pesar de que, en un ejercicio primario, la candidata a la reelección ya los había derrotado con amplitud; Sin embargo persistieron, no solo siendo vapuleados, sino que cediendo la mayoría en el Parlamento. Las cifras de las urnas son elocuentes: ella sacó el 54% y el que la siguió el 19%. Es decir, una actitud que colinda con el masoquismo que predomina en sociedades afectadas por una grave inestabilidad institucional; por eso se puede afirmar que, frente a la posibilidad de una parrillada compartida, se optó por la exclusividad del bife.
En Venezuela está sucediendo lo contrario. Después de soportar más de una década de chavecismo, decidieron apostar a una fórmula concertada: una arepa hecha a base de la mezcla de varios tipos de maíz. Por eso, luego de estudios de 2 años elaboraron un proyecto político para ejecutarlo en caso de un triunfo en octubre. De esta manera acordaron un candidato único elegido en elecciones primarias. Sin duda un logro en una nación de frágil institucionalidad, salvo el período en que adecos y copeyanos se alternaban en la conducción del Estado, hasta que la corrupción los derrotó antes que Hugo Chávez. Ganen o pierdan en las próximas elecciones, se habrá consolidado un espacio alternativo al populismo que atosiga y avergüenza a ese pueblo.
El desastre de la oposición en Argentina y la experiencia venezolana, dejan claro las ventajas de una concertación; un concepto desconocido en Ecuador donde solo se ha llegado a pactos deleznables como el de “la regalada gana”. Un primer requisito de este proceso es en admitir que el acuerdo no es entre iguales o similares, sino entre diferentes y hasta contrapuestos. El único compromiso es la convicción en el sistema democrático y en la necesidad de sellar una contrapropuesta histórica. Además del naciente ejemplo venezolano, es necesario revisar el Pacto de la Moncloa en España, el del Frente Amplio en Uruguay y la Concertación para la Democracia en Chile. Hay que dejar a un lado la asepsia ideológica como la mezquindad política; caso contrario, estaremos cada vez más cerca del PRI mexicano.