Cuando leí en la prensa que el BID en su informe anual, vista la crisis en América Latina, proponía el aumento de impuestos, me quedé preocupado. Conseguí el documento y busqué la iniciativa como la presentaron varios medios de comunicación, pero no la encontré. En su lugar, pude apreciar la profundidad y delicadeza con las cuales trata los complejos problemas que tiene la región, derivados en primer lugar de varios años de muy lento crecimiento, que le lleva a usar la analogía de un avión que vuela con una turbina dañada y que de pronto se avería la segunda, símil de la pandemia, que le pone en situación de enfrentar una catástrofe, a la cual se le busca una salida urgente para salvar a los pasajeros con los menores daños posibles.
Así de grave y compleja fue la situación del año 2020 y así de difícil es la salida en estos años por venir. Por lo tanto, simplificar la propuesta en un nuevo aumento de impuestos no refleja la verdad. El BID reconoce que la pandemia produjo tres paralizaciones violentas: la movilidad humana, el comercio internacional y los flujos de capitales. Las tres tenazas produjeron la caída mas fuerte del PIB en la región desde hace muchas décadas y hasta siglos (citan desde 1821). No sé si es así, pero no existe duda que el terremoto económico fue de alta escala (podría ser 8 de Richter o más).
Los efectos son múltiples (los conocemos, pero volvamos a citarlos), entre ellos el más destacado es el daño social, con su profundo efecto en amplios estratos sociales, la pérdida de productividad, el destrozo de fuentes de trabajo y por supuesto la caída de los ingresos fiscales por la reducción natural de las bases imponibles, correlativas con el aparecimiento de necesidades adicionales de atención inmediata en salud, atención de desempleados y financiamiento de empresas con problemas.
La región vio como su déficit fiscal volvía a ser un dolor de cabeza y la deuda pública crecía con inusitada velocidad, ambos productos de la singular y violenta paralización de las actividades. Además, tiene ingresos reducidos y no puede seguir por ese camino de apalancamiento indefinido. ¿Qué hacer? Las tareas son hercúleas, de múltiple visión, pero con un solo objetivo: recuperar empleo con una vigorosa inversión privada, mientras el Estado concentra su acción en la solución de los daños sociales. ¿Cómo hacerlo? Con recursos frescos (de apoyo multilateral y aporte privado) que trabajen con eficiencia (reforma pública) y un sistema de contribución privada justo, equitativo, que en la actualidad no existe pues los regímenes tributarios son cascarones que esconden muchos tratamientos que privilegian a quienes no debe hacerlo. Hacerlos eficientes y cerrar esos agujeros negros es parte de un buen camino.