La muerte del Dr. Benjamín Terán Varea, preclara figura de la Patria ecuatoriana, recién cumplidos los 95 años de edad, si por una parte es motivo de condolencia general, significa, por otra, el comienzo de imperecedero fulgor, tanto por el merecido galardón con que Dios habrá recibido su alma inmortal, cuanto por el perdurable recuerdo con que se honrará su memoria, continuación de la brillante trayectoria de su vida, siempre al servicio de sus semejantes, ejemplo para las nuevas generaciones.
Nació en Latacunga, el 27 de noviembre de 1916, en el hogar del Dr. Benjamín Terán Coronel y la Sra. Lelia Varea Quevedo, de esclarecidas estirpes signadas con singulares dotes de virtud y méritos. Tras cursar primaria y secundaria en su ciudad natal (Madres Betlemitas, Hermanos Cristianos, Colegio Vicente León), la Universidad Central del Ecuador le graduó en Quito, con honores, como abogado y jurisprudente, condiciones que supo honrar en su vida con intenso, sabio y estricto ejercicio profesional, hasta alcanzar la presidencia del Colegio de Aboga-dos. Estuvo casado con doña Sara Peñaherrera Peñaherrera, hija del eminente Dr. Víctor Manuel Peñaherrera (Fuentes: C. E. Gangotena; Alarcón Costta).
El Dr. Terán Varea presenta, en nuestra vida social y republicana, una de las más señeras y severas actuaciones, desde la docencia en el Instituto Nacional Mejía; la orientación doctrinaria en la Presidencia de la Sociedad Bolivariana del Ecuador; el servicio a la ciudadanía como Presidente de la Federación de Barrios de Quito; concejal y vicepresidente del Municipio capitalino; diputado popular y democrático al Congreso Nacional; supervigilancia de la honestidad pública como Contralor de la Nación, y de la política y paz ciudadana en cuanto Visitador general de la Administración, Consejero de Estado, Ministro de Previsión Social y de Gobierno en tres administraciones: la segunda del Dr. Velasco y las interinas de los Drs. Mariano Suárez y Otto Arosemena; en fin, hasta Presidente del Tribunal Supremo Electoral.
El país entero fue testigo de esas actuaciones. ‘En todas demostró el valor de la ponderación, la importancia de sosegar los ánimos exaltados de la política, la rara virtud de abrir cauces de entendimientos, la necesidad -en abogacía y política- de recomendar siempre una conciliación amigable antes que el contrapunto de enfatuados triunfadores rencorosos frente a enconados perdedores resentidos’. Parecía ser su lema “Gobernar es consensuar”, según titulé mi artículo, al celebrar las ‘Memorias’ de Benjamín (EL COMERCIO, 14.VII.2006).
Es criterio concordante ponderar los nobles atributos del Dr. Terán Varea como auténtico servidor civil de la República, eminente “jurista que concibió el derecho no como solapado escondrijo de leyes tramposas sino como pedestal de la Justicia, convocatoria a la comprensión y paradigma en el uso de acciones éticas”.