Ecuador ha firmado con Estados Unidos, a través de la Corporación de Desarrollo Financiero (DFC), “un marco referencial para apoyar el desarrollo y la inversión del sector privado”, según el boletín de la Embajada en Quito. Es, en principio, una buena noticia para una economía descalabrada como la nuestra y que según la prensa podría llegar a USD 3 500 millones, pero no es un contrato de crédito. Para concretarlo y llegar a ese monto, hay que cumplir con varias condiciones.
La DFC no concede créditos al sector público, de ahí el título del documento, sino solamente al privado, esto es al no estatal, para que administre los recursos a fin de hacer efectivos los proyectos que presente el Gobierno. EL monto final que el Ecuador reciba de esta operación es el equivalente a la privatización de los activos que el Estado pueda lograr, según dice el “marco referencial”. ¿Cuántos y cuáles activos alcanzará el Gobierno a concesionar? Hay muchos y ojalá logre hacerlo, presentarlos y conseguir su aprobación.
Las condiciones en que se hace la operación son ventajosas: interés del 2,4% anual, un año de gracia y un plazo de ocho años. Esto es positivo si consideramos las acordadas con China que son leoninas. El gobierno estadounidense ha dicho que USD 2 800 millones están disponibles para proyectos “pendientes de aprobación individual por parte de la DFC”. Cada uno de ellos será debidamente analizado y revisado en su viabilidad por esa institución. No por el Ecuador, el Ecuador solo los presenta.
Este “marco referencial”, dice que el DFC, podrá “considerar futuras inversiones (…) o el refinanciamiento de la deuda pendiente que tiene el gobierno del Ecuador”. Léase, claro está, la deuda con China.
El mecanismo adoptado por Washington para la concesión de esos créditos dentro del “marco referencial” suscrito se ajusta al concepto liberal capitalista privado que prima en su economía. No es un préstamo de gobierno a gobierno sino de gobierno al sector privado, lo cual no está mal. El desafío para sacar provecho del acuerdo está en ese sector y, por supuesto, en el Gobierno que debe generar el ambiente adecuado para que esos créditos se hagan efectivos en proyectos viables para su monetización.
Es una jugada política, probablemente tardía, de los Estados Unidos en la región y en el Ecuador: evitar que China consolide su presencia en los espacios económicos y de inversión que tradicionalmente fueron ocupados por nuestro vecino del norte y ahora lo son por el gigante asiático. Este Gobierno, sobre todo el que viene, deben saber jugar sus cartas para sacar provecho de esta confrontación geo estratégica y económica que existe actualmente entre las dos grandes potencias y que compiten por una mayor presencia en América Latina.