Una vez que ha concluido el peor año económico del país en más de una centuria, hay sectores que han logrado salir a flote. Uno de ellos fue la banca privada, cuyas ganancias se redujeron, pero terminó con utilidades en medio de una grave crisis. La rentabilidad del sector se redujo del 13,9 al 4,8%.
Asimismo, los depósitos se recuperaron al final del año pasado, gracias a los desembolsos que recibió el Gobierno por parte del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos multilaterales.
Con los recursos recibidos desde octubre del año pasado, el Gobierno empezó a regularizar el pago de sus obligaciones atrasadas a proveedores, gobiernos seccionales, servidores públicos, seguridad social y demás. Eso mejoró la liquidez en el mercado interno, aumentó las reservas en el Banco Central y también los depósitos en el sistema financiero.
Esto último es positivo, ya que demuestra que las personas confían en el sistema financiero privado del país, que terminó el año pasado con un saldo de USD 37 525 millones en depósitos, un crecimiento del 11% respecto al año previo.
Como ha sido característico en la banca ecuatoriana, la mayoría de los depósitos se encuentran a la vista o en cuentas de ahorros, que ganan una tasa de interés baja, que oscila entre 0,9% y 1,13%% anual.
Los clientes que prefieren poner sus recursos en depósitos a plazo prefieren hacerlo básicamente en pólizas o certificados que vencen entre 31 y 360 días, aunque hay otros más arriesgados -una minoría- que opta por hacerlo a más de un año.
Este tipo de operaciones genera un mayor rendimiento a los clientes de la banca. Quienes depositan su dinero hasta un año plazo reciben una tasa de interés que oscila entre 4,5% y 6,6% anual, según cifras del Banco Central. Y los que depositan a más de un año obtienen un 8%, siguiendo la regla: a mayor plazo, mayor tasa de interés.
El año pasado, los clientes de la banca siguieron apostando al corto plazo, es decir, colocaron sus recursos hasta 360 días, lo cual es un limitante para la banca a la hora de ofrecer préstamos a largo plazo, que es lo que se necesita en el país actualmente.
Esta sigue siendo una tarea pendiente, que se vuelve crucial para reactivar la economía nacional en medio de la pandemia.
El año pasado, el saldo de la cartera de la banca finalizó en USD 29 538 millones, una contracción anual de 1,6%. En los últimos meses del 2020 se comenzó a registrar una recuperación en la entrega de créditos y se espera que esa tendencia se mantenga este año, pero eso dependerá de dos factores: el control de la pandemia a través de la vacunación y los resultados electorales, que definirán un rumbo de la economía durante los próximos cuatro años.
Si bien el papel de la banca es cuidar los depósitos de los clientes y canalizarlos eficientemente a quienes demanden crédito, la reactivación de la economía requiere que el crédito aumente, que sea a más largo plazo y con menores tasas de interés.