Los miembros de Alianza País, todos ellos, los gobiernistas, los ahora antigobiernistas y los indefinidos, nos han echado un balde de agua fría a los ecuatorianos que teníamos la esperanza de que los primeros inicien enseguida los cambios insinuados en la campaña y clamados por todos; que los segundos aceptaran que el gobierno ha cambiado y que el correísmo es historia, historia negra de la década de la corrupción; que los terceros entendieran que la política no es cálculo sino servicio. Pero era mucho pedir.
El presidente Lenín Moreno echó un balde de agua fría con las medidas económicas. Se esperaba el inicio del cambio, que quedaran atrás el estatismo, los impuestos, las cuentas alegres, las amenazas y los papeleos.
Se pensaba que empezaría un Estado que no ayude pero no estorbe. ¡Nada de eso! Solo más de lo mismo, diseñado por los mismos, con el mismo método de “socializar” con las víctimas de las medidas. El frente económico debe reírse, por reloj, una hora diaria de ese Consejo Consultivo y Productivo y no sé qué más.
Los que han declarado su traición al Presidente del país y de su movimiento político nos han echado también un balde de agua fría. Al verlos cómo se pavonean en los medios, en las calles y en los tribunales declarando que creen que el Presidente tiene el derecho de llamar a consulta popular pero no tiene el derecho de hacer las preguntas que a ellos no les gusta. ¡Vaya caradura!
Algunos de ellos son doblemente traidores porque primero traicionaron a Correa y se enrolaron con Moreno y luego han traicionado a Moreno para volver a Correa. Sería mejor no hacerles caso porque bien puede ser que vuelvan otra vez, sumisos, al bando de Moreno.
Otro balde de agua fría han sido las revelaciones de cómo se comieron los canales de televisión incautados; estaban ya en la etapa de tragarse los edificios. Los ejecutivos de estos canales eran empleados públicos y, aunque hay una ley que prohíbe sueldos superiores a los del Presidente de la República, estos ganaban cada uno como dos presidentes y además recibían bonos y pagos de casa y usaban tarjetas corporativas en caso de que tuvieran que hacer algún gasto. Se dice que el Contralor está en la pista de estos magos que han ocultado su hazaña una década entera.
Otro balde de agua fría fue ver al presidente del Consejo Directivo del IESS a quien todos, trabajadores, jubilados, afiliados y empleadores, le piden que renuncie para salvar a la institución que dirige y la Contraloría le cuenta los días para su destitución; verlo encaramado en los altos del palacio de Gobierno por encima de cientos de campesinos acarreados para vitorear el inicio de su carrera política y atestiguar el respaldo irrestricto del Presidente. También este funcionario debe reírse una hora diaria, por reloj, del Contralor que le cuenta los días.
Solo queda por ver quién ríe de último.