En la actualidad el gobierno se halla interesado en impulsar la reforma de la educación media o bachillerato. Parte del supuesto de que, logradas las metas de cobertura de la educación básica, el objetivo a lograr ahora es la dinamización de la educación media. La reforma del bachillerato es fundamental, porque determina lo que les espera a los miles de estudiantes que cursan la educación media cuando la pirámide demográfica se amplía en su tramo medio, el de jóvenes y adolescentes, mientras tendencialmente se reduce la tasa de natalidad.
La motivación central de la reforma parece ser la necesidad de enfrentar las altas tasas de abandono del sistema educativo que caracterizan a la educación media. Las condiciones de una economía rentista y escasamente productiva obliga a los estudiantes a ingresar tempranamente en el mercado laboral y desertar del sistema educativo. La actual propuesta gubernamental parecería orientarse por el lado pragmático. Reconoce en las altas tasas de deserción una dinámica estructural de difícil solución en el corto plazo. La oferta educativa debería, según esta propuesta, adecuarse y responder a las exigencias de inclusión de la población joven a un sistema productivo de economía informal. Según esta postura, el crecimiento económico no es su preocupación central, y por tanto la salida universitaria no sería un destino obligado; la formación media debería crear condiciones para enfrentar al subempleo mejorando las condiciones de empleabilidad.
La otra línea de la reforma asume a la educación como función necesaria para el crecimiento de la economía; es mas, la educación tiende a ser vista cuasi exclusivamente como respuesta a las demandas del sistema productivo; esta orientación ve a la educación universitaria como el destino de salida cuasi unívoco para los estudiantes de esta fase intermedia. Este enfoque requiere de una economía que asuma el crecimiento como una variable central y determinante.
Ambas orientaciones adolecen de una visión reductiva de la complejidad que supone la reforma del sistema educativo. La reforma del bachillerato obliga a pensar no en términos cortoplacistas y necesariamente en el desempeño de conjunto del sistema educativo; su función de bisagra que vincula la educación inicial y básica con la educación universitaria, lo vuelve una pieza central del sistema. Por otro lado, la reforma no puede pensarse únicamente en referencia a las demandas de la economía; su proyección es mucho más amplia; de lo que acontezca en el sistema educativo dependen procesos de más amplio respiro como la maduración de la cultura ciudadana, la reducción de los actuales altos índices de inseguridad y el fortalecimiento del sistema democrático.