El Bachillerato Unificado

En esta columna he insistido que la formación de bachilleres aptos para realizar estudios superiores era de incumbencia del Ministerio de Educación (ME). Tan es así que me parecía inapropiado que los centros de educación superior organizaran cursos de nivelación y propedéuticos exámenes de admisión. Era también de la opinión que debía crearse un examen nacional de ingreso a universidades y politécnicas para todos los bachilleres que egresaban de colegios públicos y privados. Igualmente ponderé el gran paso que se dio cuando los centros de educación superior fueron categorizados. En el país comenzaban a producirse señales que indicaban que a los jóvenes ecuatorianos les había llegado la hora de que fueran tratados como los de otros países, incluida Colombia, cuyos logros frente a nuestros escuálidos resultados, ponían en evidencia que nos habíamos quedado rezagados.

Por cuanto antecede debo aplaudir también la decisión del ME de crear el Bachillerato Unificado, con la clara intención de constituirlo en un preuniversitario de tres años, en el que la formación en ciencias básicas e idioma sea preponderante, en el entendimiento que conduce al desarrollo del pensamiento lógico y a la expresión oral o escrita igualmente lógica. No se trata de que a un estudiante ‘no le guste las matemáticas’: contribuirá a capacitarle para cualquier campo de la educación superior. Los bachilleres así formados -es de esperarse que luego de tres años la primera promoción-, recibirán el Título de Bachiller otorgado por el Estado: una suerte de aval.

Como se trata de un proceso, los responsables del ME anuncian un examen nacional de admisión a universidades y politécnicas. Un paso crucial: los bachilleres recibirán una calificación que les permita optar por una carrera y también escoger el centro de estudios. Si, ‘a mí lo que me gusta es la Medicina y lo que yo también quisiera ser es ingeniero’. Lamentablemente la calificación obtenida no le da ni para ser médico peor para ser ingeniero. Quedan otras opciones a las que tiene derecho. Si, ‘desearía estudiar Medicina en la Universidad Central (Clase A), pero soy de provincia y no tengo para ir a vivir en Quito’. Si sus padres hacen un esfuerzo y pasa a segundo año con buenas calificaciones, el Estado le garantiza una beca hasta el final de la carrera.

Que la noche vaya quedando atrás, ¡qué bueno! Lo grave hubiera sido que permanezcamos en la siesta impúdica que aludía en mi artículo anterior.

A nivel sudamericano nos vamos despertando para que nunca más recibamos la paliza que nos propinaron cuando se conformó el equipo internacional encargado de definir el genoma humano: no hubo un solo latinoamericano entre los cientos de hombres de ciencia que lograron lo que parecía imposible. Que el Niño Jesús se apiade de los niños y jóvenes ecuatorianos.

Suplementos digitales