¿Es necesaria la evaluación? Sí. Todo proceso humano debe ser evaluado, para aprender de los errores y de los aciertos. La evaluación construye comportamientos críticos y autocríticos, necesarios para el crecimiento individual y colectivo.
¿Todas las evaluaciones son buenas? No. Depende del enfoque de la evaluación. Las hay concebidas desde el poder, para reforzar el control y miedo.
La nota, en la cotidianidad escolar, sirvió como mecanismo positivista de medida, categorización y promoción, y también de dispositivo de sanción y control, utilizado amplia y abiertamente por profesores incapaces de contener con recursos pedagógicos a grupos de estudiantes “difíciles”. Sirvió también para legitimar el abuso, el maltrato, y, en algunos casos, el acoso sexual, de parte de malas autoridades y profesores.
Otra utilización anti pedagógica de la evaluación es usarla para fomentar los esquemas de premio y castigo y la lógica economicista de la competitividad. Las escuelas se transforman en fábricas y mercado, los estudiantes en clientes exhibidos a través de sus productos, las notas. Entonces se construye un ranking, donde los mejor puntuados, estudiantes y colegios, “suben” a la categoría de “mejores”, con el respectivo reconocimiento social y estatal. Y los “peores”, la mayoría, son hundidos en el escarnio público. Quedan de tontos. Así los establecimientos dejan de ser espacios de aprendizaje y reflexión, para constituirse en canchas de entrenamiento mecánico de fórmulas.
La evaluación estandarizada fomenta la homogeneización, y aplicada en sociedades altamente diversas y excluyentes, con sistemas educativos históricamente desiguales, y usado como factor determinante de acceso a las universidades, se constituye en el filtro que profundiza y amplía la discriminación y exclusión de los más pobres.
Pero hay otro tipo de evaluación no punitiva, que fomenta el aprendizaje de calidad, y es un complemento de modelos educativos que apuntan a la formación integral de las personas. Que promueven las matemáticas, el lenguaje y las ciencias, pero también los valores, las capacidades de vivir en democracia, la reflexión, la creatividad y la actitud para la libertad y el cambio social.
Una evaluación correspondiente a la pedagogía moderna, como la de las “inteligencias múltiples”, impulsada por el importante investigador H. Gardner, quien señala que nadie es tonto, que tenemos distintas inteligencias, y que todos tenemos el derecho de aprender, especialmente los que tienen menos ventajas.
La actual evaluación fortalece el modelo educativo excluyente y memorista. Hay que ir a una evaluación que fortalezca la pedagogía de la libertad, el pensamiento crítico, la ciencia y tecnología al servicio del desarrollo sostenible. Ir a la ampliación de la oferta de carretas intermedias y técnicas que bajen la presión a un sistema universitario desbordado.