Esa parece haber sido la tarea del Cabildo Metropolitano en el primer año de gestión de las nuevas autoridades. Se presentaron a elecciones como parte del vagón de la locomotora electoral y, aderezados por una campaña en que ofrecieron soluciones definitivas para los grandes problemas de la capital, se instalaron en el gobierno municipal. Pero un año después, tiempo suficiente como para empezar a percibir resultados, poco o nada se puede apreciar. Lo más notorio: el pico y placa que no es sino una solución pasajera, hasta que el número de vehículos nuevos alcance a los que eventualmente salen de circulación. ¿Y el metro ofrecido? Por ningún lado se escucha siquiera que se preparen documentos para licitar los estudios. A este paso, probablemente, todo el tiempo que les resta en la Alcaldía se pasarán de análisis en análisis, sin ninguna decisión trascendental con respecto a ese ofrecimiento de campaña. Más aún si meses atrás convocaron para dar a conocer los supuestos planes pero, ¡oh sorpresa!, la mayoría había sido ya preparada por anteriores administraciones. ¿Dónde está lo novedoso? ¿Y la transformación ofrecida?
Los nuevos gestores se encontraron con algo que para nadie es desconocido: las necesidades son inmensas y los recursos escasos. De allí que, sorprendiendo a todos, la semana anterior han hecho pública una propuesta de la más negra noche neoliberal: imponer peajes en las avenidas de circunvalación o establecer una tasa de movilización a los vehículos que circulen en la capital. La otra es más atrevida: subir el precio de los combustibles. En esta columna se ha mantenido la necesidad de cobrar peajes realistas para financiar nuevas obras y dar mantenimiento a las existentes. ¿Pero cabe esa propuesta de parte de quienes siempre han denostado por esta clase de políticas económicas cuando no tenían ni idea de llegar a la administración municipal? ¿Por qué no publicitaron esa propuesta en plena campaña electoral?
En el evento que se adopte esa medida ojalá los recursos sean adecuadamente utilizados, pero es imperioso mostrar esas contradicciones entre lo que se dice cuando no se está en la administración y cuando se encuentran inmersos en ella. Todo vale para alcanzar el poder: callar; disimular o evitar pronunciarse sobre lo que se tiene en mente, para luego actuar en forma contraria a lo que se pregona. De allí la poca credibilidad que los ciudadanos otorgan a la palabra de los políticos.
Si prosiguen de la forma que lo han hecho en este año, poco o nada se puede esperar de la actual administración municipal. Las propuestas que permitan que la ciudad se convierta en un espacio seguro, organizado, con normas que hagan la convivencia agradable, con sus habitantes motivados para ser parte del proyecto, no aparecen por ningún lado. Se continuarán con los grandes análisis y diagnósticos pero, probablemente, hasta allí llegaremos.