En la época que fluían los petrodólares había recursos para tejer relaciones que algún día darían frutos. El coronel golpista que se adueñó de los destinos de Venezuela, fue pródigo con la inusitada riqueza que le correspondió despilfarrar. Entre los destinos de su cooperación, en tiempo de vacas gordas, estaban las humildes villas de los alrededores de Buenos Aires y parte de la asistencia se la repartía a través de las misiones y voluntarios que trabajaban de manera cercana con la Arquidiócesis de esa urbe. Era sorprendente escuchar los pronunciamientos favorables que se emitían sobre tan particular personaje y, ya sea a propósito o no, se dejaba de lado las acusaciones por sus pocas credenciales democráticas, su falta de tolerancia a sus críticos y los abusos que infringía a buena parte de la población de Venezuela.Fallecido el autócrata, su sucesor culminó la tarea de destrozar al país llanero, continuó con los excesos y exabruptos de su mentor agravados por las pocas luces y la total ineptitud para el cargo, al que arribó luego de una dudosa victoria electoral. Cuando la mayoría de la población venezolana exige que se lleve a cabo un referéndum revocatorio previsto en su Constitución que podría poner fin al mandato de Nicolás Maduro, de la manera más antidemocrática los poderes controlados por el gobernante han ejercitado todo tipo de maniobras para tratar de impedir su celebración.
Ante la reacción de los opositores que reclaman en las calles los derechos que se le esquilman al pueblo para acudir a las urnas, aparece un mediador inesperado, aquel Cardenal que desempeñó su tarea pastoral en Buenos Aires, que ahora es el referente mayor de los católicos del mundo y ocupa el sillón de Pedro en el Vaticano. No es la primera vez que el papa Francisco realiza gestos en los que están involucrados personajes que eran cercanos a los gobiernos que simpatizaron con esta corriente populista denominada socialismo del siglo XXI.
En un acto que no fue del todo entendido en Argentina envió un rosario bendecido a una activista peronista, Milagros Sala, ahora en la cárcel acusada de malos manejos del dinero estatal que administró para ayuda social. Sin duda todo ello está en su campo de acción, no se puede criticar su preocupación por la deriva que puede tomar el conflicto en Venezuela, ni su solidaridad con personajes envueltos en temas judiciales que puedan haber sucumbido a la tentación de adorar al becerro de oro.
Lo que llama la atención es la oportunidad de sus intervenciones. En todo caso su intermediación puede ser muy valiosa en Venezuela y mucho más práctica que la que realizó ese grupo de expresidentes liderados por el socialista José L. Rodríguez Zapatero, cuyos esfuerzos para que el gobierno venezolano se someta a los preceptos constitucionales resultaron infructuosos. Solo sirvió, como lo mencionan los líderes de la oposición, para que el desgastado régimen ganara tiempo y consiga eludir el dictamen de la voluntad popular. Ojalá en esta ocasión no se repita la historia.
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