Se cuenta que, cuando murió el Rey Felipe II de España, su mujer, la Reina Juana, desconsolada y movida por el apasionado amor que tenía a su marido, perdió la razón, se negó a enterrar el cadáver real y, a cuantos encontraba en su desorientado deambular hasta Granada, ordenaba: “Silencio…que el Rey se ha dormido”.
Un inexplicable silencio se vuelve cada día más notorio. Mientras el sufrido pueblo venezolano clama por ayuda y asistencia y está pagando con sufrimiento y sangre la factura que el dictador Maduro le ha pasado para perennizarse en el poder, mientras muchos países del hemisferio, Europa y África han resuelto abrir los ojos a la dramática violación diaria de los derechos humanos en Venezuela, mientras el Grupo de Lima ha tomado una actitud resuelta de apoyo a la lucha democrática que se plantea en las calles de Caracas, la institución mundial creada hace un cuarto de siglo para defender los derechos humanos -la Alta Comisaría de la ONU- permanece silenciosa.
En el Comunicado final de la reunión en Ottawa los miembros del Grupo de Lima “urgen a la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a responder de inmediato a la grave situación de los DD.HH. en Venezuela”. Pero la Alta Comisaría no se inmuta. “No es que ella no quiera visitar Venezuela -ha dicho su vocero- pero ahora no existen las condiciones para que pueda realizar una labor constructiva”. La explicación no es buena porque la presencia de la Señora Bachelet en Caracas le permitiría apreciar personalmente cuán fundados son los angustiosos reclamos del pueblo y difundir una declaración que, dotada de la autoridad moral propia de su alta investidura, produciría un efecto importante. “No tomamos rumores. Chequeamos todo y lo hacemos en muchos países donde no tenemos presencia, como en Siria, por ejemplo” ha añadido dicho vocero. ¡Vaya confesión de impotencia! Calificar de “rumores” a la cruenta tragedia venezolana parecería disfrazar la voluntad de no mirar la realidad. Y decir que no existen las condiciones para que la ONU pueda hacer una “labor constructiva” es desconocer el principal objetivo para el que fue creada la función de Alto Comisionado.
A fin de evitar que se le atribuyan motivaciones ideológicas, la Señora Bachelet debe atender el pedido del grupo de Lima. Su sola presencia en Caracas, acompañada del lenguaje de claridad, indispensable para defender y promover con eficacia la causa de los derechos humanos, generaría benéficas consecuencias y contribuiría a facilitar la solución pacífica del problema venezolano, lo que, además, aumentaría el prestigio de su delicada y compleja misión humanitaria.
El silencio ante un hipotético rey dormido no va a devolver la vida al fallecido socialismo del siglo XXI.