Estados Unidos es oficialmente una Banana Republic. El sistema republicano edificado para controlar los excesos de poder, al mínimo indicio, se acaba de caer como castillo de naipes durante esta primera semana del juicio político a Donald Trump. Los republicanos ya ni siquiera niegan los hechos de abuso de poder: el chantaje a un gobierno aliado para que investigue a un opositor político; el uso de Presupuesto del Estado para esos fines; el ocultamiento de información y la obstrucción de justicia. Han decidido que todo lo anterior no merece ni un juicio abierto y transparente y mucho menos la destitución del Presidente. Crítica decisión cuando el 72% de los ciudadanos cree que Trump debe ser sometido a un juicio transparente. Como todos aquellos que siguen a populistas autoritarios, los republicanos se acercan más hoy a ser una secta más que una representación democrática de intereses y principios.
El problema para el mundo es la crítica desestabilización que eso conlleva. La potencia que otrora exigía y negociaba reglas claras al resto del mundo se ha vuelto decididamente impredecible y peligrosa. Sigue las mismas tácticas de chantaje, abuso de poder. Uno de los ejemplos es el último “acuerdo comercial” con China, que más bien es un contrato de aseguramiento de importaciones cuya duración y continuidad es tan discrecional e impositiva que muchos dudan que vaya a durar más allá del año electoral. Es más, rompe con todos los marcos referenciales de un tratado de libre comercio, incluso el principio de nación más privilegiada. Todos los estados no participantes se verán afectados por este acuerdo, pero ¿quién se atreverá a demandar en la OMC a los dos países más poderosos del mundo?
En seguridad es aún peor. En forma agresiva y unilateral, EE.UU. ha decidido cercar a naciones que hasta hace poco trataba de apaciguar vía negociaciones y comercio. Irán no ha sido la única víctima de esta nueva era. La visión de una región Indo-Pacífica libre y abierta -desarrollada hace un par de años por Japón- fue rápidamente adoptada por el Pentágono como una estrategia para enfrentar a China. Y esto es lo realmente peligroso, porque sólo hay que tener un poco de sentido común para darse cuenta que, cualquier estrategia que no invite a China como miembro significativo en el Pacífico, está condenada a convertirse en un escenario de conflicto y quién sabe si enfrentamiento militar. Y la tentación no está lejos. Se han completado 11 operaciones combinadas en el Pacífico norte en los tres años de Trump, comparado con seis en los ocho años de Obama. Esperemos que quienes estén negociando o vayan a negociar con Washington sepan exactamente cuál es el panorama. Nosotros, como siempre vamos de un extremo al otro sin nunca subirnos al tren de la historia, de expulsar a una embajadora nos fuimos al otro lado de ni siquiera negociar un acuerdo formal con beneficios claros por los sobrevuelos a las Galápagos.