La organización ecuatoriana Fundamedios ha puesto el dedo en la llaga. En un comunicado difundido el pasado viernes ha denunciado un hecho sumamente preocupante: la autocensura y las amenazas indirectas estarían obstaculizando la labor de los periodistas en el Ecuador.
Este pronunciamiento se produce a pocas horas de la salida de Jorge Ortiz de Teleamazonas. Aunque éste manifestó que se iba para no obstaculizar la venta del canal, dejó entrever que esta decisión no la tomó por cuenta propia.
La Constitución de la República, en la Disposición Transitoria Vigésimo novena, habla de la prohibición para el sector financiero de poseer medios de comunicación, mas no del problema que pudiera ocasionar la presencia de periodistas que se han mostrado críticos y han desnudado sonados actos de corrupción.
Como todos sabemos, los motivos de la separación de Ortiz fueron otros. El actual Gobierno tiene mucho que ver en esto. La guerra sin cuartel contra ciertos medios y periodistas comienza a arrojar los primeros resultados.
No es la primera vez que ocurre algo así. Primero fue Carlos Vera de Ecuavisa. Luego fue el turno de Luisa Delgadillo de RTS y Fausto Valdivieso de TC Televisión. Todos ellos, al igual que Ortiz, cometieron una gran falta: informar, cuestionar y desafiar el poder de su Majestad. Por ello se ganaron vacaciones indefinidas sin sueldo.
La televisión libre e independiente está herida de muerte. La primacía de los intereses económicos de sus propietarios ha podido más que el compromiso de informar imparcialmente.
El periodista inglés Robert Cox, en una entrevista publicada en días pasados en este Diario, ha dicho una verdad. “Cuando un gobierno tiene mucho poder, la única institución que puede mostrar la realidad e informar a la gente son los medios. Por eso son importantes”.
Si esto está pendiendo de un hilo, ¿qué podemos esperar? ¿Que sigan saliendo periodistas por el temor de que no les renueven sus frecuencias? ¿Por esta razón la nueva Ley de Comunicación ya no despierta interés y pasará sin mayores problemas? Si las prioridades para el capital son otras, ¿a quién le importa la independencia de los medios, la libertad de expresión y la democracia?
La “auto” censura, que no es sino la coacción e intimidación por vías indirectas, se está convirtiendo en la peor amenaza para el periodismo en el Ecuador. Ante este escenario desolador, solo me queda una esperanza. El día en que esta situación cambie. El día en que la libertad y la democracia germinen con fuerza y se arraiguen en este país. Como dice la declaración de Chapultepec: “la libertad es una, pero a la vez múltiple en sus manifestaciones. Pertenece a los seres humanos, no al poder”.