Salimos del Teatro Sucre con una sonrisa gigante, optimistas y orgullosos. Con aire fresco en el cerebro y en el corazón. Asistimos al lanzamiento de un nuevo disco del grupo Guardaraya, titulado “Me fui a volver”. No solo fue experimentar la calidad de sus propias canciones, sino observar que un teatro lleno de jóvenes se conectaban con la intensidad de un momento mágico.
Algo similar vivimos hace poco en la Casona de las Artes de Nayón. Los familiares de una de las más importantes exponentes del pasillo del siglo XX, Lida Uquillas, le rendían un homenaje póstumo. Fue un espacio para cantar y sensibilizarse no solo con el recuerdo de la diva, sino aprender de manera didáctica de la riqueza acumulada de poesía, baile y danza de hace más de 100 años, hoy transmitida, por la Casona de las Artes, a jóvenes músicos y bailarines, que recrean la herencia musical del Ecuador.
En la base de la sociedad hay un bullir de creatividad como la de otro canta-autor, Sergio Venturini, argentino-ecuatoriano, residente en Quito, que circula por internet su estupenda obra poética y musical, expuesta en su disco “Barullo”, que estaría por lanzarse.
Sí, en los intersticios y márgenes de la sociedad la gente escribe, crea música, pinta, hace cine, elabora obras artesanales preciosas. Por el pulso y la casi heroica persistencia personal, de amigos y familiares de los artistas, algunas obras salen a la luz. Otras, se pierden, como se pierden miles de talentos, que por la sobrevivencia, tienen que dedicar sus inteligencias, tiempos y sensibilidades a otro tipo de tareas.
En el fondo un Estado que no logra construir una política cultural que desde una perspectiva de derechos cree condiciones sociales y financieras, para que, lejos del clientelismo, impulse la libertad, la imaginación y la creatividad.
Pero no solo es un tema del Estado. Es urgente un cambio de concepto de varios de los grandes medios y de la empresa privada, que con una mirada estrecha y utilitarista, han tomado el peligroso atajo de premiar la imitación, reforzando en millones de televidentes, el alejamiento de la inventiva, de la imaginación y sentido crítico, que reciben de un sistema educativo caduco y violento.
Tales mensajes distorsionados no solo reciben de la educación o de la TV. El cultivo de la copia, de la farsa, de la trampa y de la impunidad, viene del cierto mundo político. Esta semana vino de la Asamblea, de una asambleísta socialista, quien con presuntos procedimientos poco claros, frenó el juicio político contra un ex ministro de educación, que tiene que explicar su proceder sobre los cientos de agresiones sexuales en las aulas.
Por el momento, quedémonos con lo positivo. Con la calidad y autenticidad de los artistas que nos refrescan desde el margen.