Hay principios de manejo fiscal básicos que no se pueden soslayar ni se deben incumplir. Para empezar la política fiscal debe ser anticíclica, sostenible, predecible, proactiva, transparente y con una estructura de ingresos y gastos sólida y estable en el tiempo. La conducción fiscal debe servir para amortiguar los ciclos económicos, vale decir, aumentos o reducciones de los precios de materias primas y productos de exportación o contingencias.
Eso significa que se debe ahorrar cuando hay excedentes para precisamente desahorrar cuando hay escasez, pues eso evita que las finanzas públicas se tornen inestables ante cualquier fenómeno no previsto. Esto significa hacer una política anticíciclica y predecible. La sostenibilidad quiere decir que la política fiscal puede mantenerse a lo largo del tiempo, para lo que se requiere ingresos estables y gastos prioritarios para el Estado y en proporciones adecuadas para el tamaño del presupuesto y para la economía. Una política fiscal es eficaz si puede anticiparse a los hechos, esto es, si es proactiva y no reactiva. Para que pueda ser proactiva es necesario que sea contracíclica o anticíclica, que disponga de ahorros fiscales y sea sostenible. Cualquier política pública debe ser transparente, pues la credibilidad y confianza es requisito fundamental para su éxito.
Las condiciones de una buena política fiscal descansan en el principio de austeridad, requisito que no quiere decir impedir el gasto público cualquiera que éste sea sino precisamente gastar con calidad y con moderación, es decir, en ritmos acordes al crecimiento de la economía y con fines productivos que permitan crecer los activos de Estado y no consumirlos sin beneficio futuro.
El Presidente de la República acaba de emitir el Decreto No. 135, que busca aplicar medidas de austeridad fiscal. Se puede anticipar que esta norma es favorable, va en la dirección correcta y muestra un claro distanciamiento frente al derroche de la década pasada. Sin embargo, son decisiones que pueden tener un impacto real y significativo si están inmersas en un programa económico integral que pueda ser ejecutado por un equipo de trabajo confiable y convencido de lo que debe ser la austeridad fiscal. Un constructor puede sentirse satisfecho con un Decreto como el anotado pero seguirá vacilante si no se aprueba una derogatoria a la Ley de Plusvalía. Y, si los asambleístas de AP no apoyarían una iniciativa de esta naturaleza enviada por el Presidente de la República que es de su mismo movimiento político, pues el Jefe de Estado tendrá que buscar otros amigos. Las políticas de Estado no son dependientes de un club de amigos sino son decisiones de interés colectivo, se resientan quienes se resientan. Hay que abrir los ojos bien para determinar los confiables de los oportunistas. Sigue la luna de miel, no la desaprovechen.
Columnista invitado