Atacar la informalidad

La forma de mirar cómo utiliza el mundo los distintos instrumentos que se crean para mejorar la calidad de vida de los habitantes es siempre motivo de investigación. Nadie tiene la fórmula perfecta de esta visión. Siempre aparece algo nuevo que no fue motivo de estudio. Incluso no faltan explicaciones que a simple vista parecen ilógicas. Sin embargo, es reconocido que mientras más intensa sea la relación de los ciudadanos con los sistemas financieros, mayores son las posibilidades de encontrar una vía que permita apoyar a una política económica sustentable, cuya misión básica es la solución de los problemas de la pobreza.

Algo parecido sucede con la política. Mientras más ciudadanos activos tenga una sociedad, mayores son las posibilidades de construir una democracia seria y madura. En definitiva, lo que se ve en ambos campos, el económico y el político, es la coincidencia de dos procesos fundados en formar o capitalizar a los miembros de un país que busca con ansiedad un mejor futuro y, sabe cómo hacerlo.

Por eso no es raro encontrar en las economías avanzadas más del 89% de las personas maduras, según Global Findex conocida base de datos del Banco Mundial, como tenedoras de una cuenta bancaria. Mientras en los países en desarrollo esa vinculación no llega al 50%, siendo el Oriente Medio y el norte de África la región más atrasada con un indicador inferior al 20%.

Varias son las explicaciones: una puede estar relacionada con los índices de pobreza que no permiten incorporar a la economía formal aquellos grupos cuyos ingresos son tan pequeños que no tienen lo suficiente para alcanzar una vida digna y peor disponer de capacidad de ahorro. Otra podría explicarse por la falta de formalidad en sus actividades, las cuales las llevan a cabo al margen del sistema. Una tercera es la existencia de políticas que impiden ampliar la base de cobertura del sistema por sus definiciones regulatorias.

Lo cierto es que mientras más gente se vincule con los sistemas financieros mayor será su cultura económica, sabrá manejar de mejor forma su patrimonio y podrá acceder a servicios que le ayuden a cristalizar sus anhelos. La informalidad siempre es un óbice pues no impera la ley sino la voluntad omnímoda de quien tiene el control de esa actividad. Ahí se impone la fuerza y se explota al débil, al pequeño.

Por eso se busca con ahínco expandir la cobertura de los intermediarios financieros dentro de un país. Se ataca a esa lacra social sobre la cual normalmente las intervenciones públicas que sustantivamente en la mayoría de las veces se sustenta en políticas de represión y amedrentamiento con duración efímera o circunstancial son incapaces de resolverla mientras los incentivos alineados con buena política económica si lo consiguen. Eso se llama bancarización.

Suplementos digitales