“Tanto va el cántaro al agua, que al fin se rompe”. El cántaro manejado desde el poder absoluto y desde el cinismo algún día tenía que explotar. Y está explotando por dentro. Y sus fragmentos van a herir a personas, procesos y a todos cuantos estén cerca de él. La explosión es inevitable.
Lo que hace varios años era conocimiento o intuición de un pequeño círculo de críticos al gobierno de Correa, hoy son verdades cada vez más evidentes para millones de ecuatorianos que no dejan de sorprenderse de la que parecería ser una presunta mega corrupción, que la imaginación de cualquier director de Hollywood queda corta.
La dimensión es continental y de impacto integral. Empresas multinacionales financiando candidatos presidenciales en todos nuestros países, para después cobrarles a través de la concesión de super contratos. Adecuación institucional para el asalto, normas y reglamentos de contratación para legalizarlo. Sobornos a presidentes, vicepresidentes, contralores, fiscales y jueces.
Multinacionales corruptas en maridaje-complicidad con alianzas políticas continentales. Algunas de ellas con caras amigables hacia los pobres, montadas en la etiqueta del socialismo. Otras, con gobiernos oportunistas de centro o de derechas. La verdad es que los rateros han sido de izquierdas y derechas.
La dimensión de la rotura del cántaro es sistémica. Impacta a escala nacional, pero también a toda América Latina. Interpela a la democracia y a sus procesos electorales, pero también a las normas de contratación y penales; cuestiona a la moral y a las instituciones tomadas por los corruptos y conmueve a la sociedad y a la historia para que retorne a los valores como guías de convivencia.
La corrupción se refugia en el cinismo y en los paraísos fiscales; en la ignorancia, fanatismo y en la frágil memoria de amplios segmentos de la población; en partidos o movimientos políticos venidos en maquinarias de ascenso social o en estructuras similares a las de la mafia o del crimen organizado.
Una de las maneras más eficaces de enfrentar esta mega crisis es recuperar la organización y acción de la sociedad civil. Mientras la pillería enquistada en los aparatos estatales se pelea, la gente honesta, políticos y organizaciones civiles, impulsan acciones por recuperar el Estado para el bien común y la honestidad.
La Carta de Guayaquil, expuesta al país, documento de la organización ciudadana, Comisión Nacional Anticorrupción, recoge este espíritu en su encabezado: “Ante el deterioro ético operado desde el poder, vinculado con el debilitamiento de la institucionalidad democrática, ciudadanas y ciudadanos del Ecuador, hemos reflexionado sobre la ineludible obligación de asumir el reto de combatir la corrupción y la impunidad…”.
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