En el Ecuador de nuestros días el caso Assange desplaza a otros temas, seguido por el pico a pico entre el presidente Correa y el ex presidente Abdalá Bucaram –de alguna manera mentor en el léxico y el estilo del propio Correa-, reforzado aquel por su hijo, el asambleísta Bucaram Pulley; y, por la alteración de las firmas en afiliaciones y adhesiones a fuerzas políticas, lo que será un capítulo más en la realidad fraudulenta del sistema electoral, con experiencias recientes en las elecciones generales de 2009 y en la consulta de 2011. Lo demás –incluida la profundización de la corrupción- lo maneja el entorno.
Es evidente que la incursión de Assange en la Embajada del Ecuador en Londres, en junio del 2012, fue negociada. Correa – a diferencia de la militancia histórica de la juventud de izquierda – no se forjó en las calles, peor en la represión, sino que bajo el paraguas de la Universidad Católica de Guayaquil hizo dirigencia estudiantil, y con el apoyo ‘gustavino’–por Gustavo Noboa- y el acercamiento con los Hermanos Cristianos de La Salle y la Congregación Salesiana le abrieron horizontes, para Lovaina y Chicago, siendo luego recibido en la Universidad San Francisco de Quito.
Ya en la campaña 2006 fue militante de lo que se llama socialismo del siglo XXI, cuyo auspiciador es el coronel Chávez.
Salvo en el Ecuador – por las evidentes contradicciones del discurso presidencial con la realidad gobernante: concentración del poder y represión con rasgos fascistas, obsecuencia de serviles y para nada autocrítica socialista, con actores en el entorno, ahora también obsecuentes, reciclados de lo que el Presidente llama la “partidocracia” corrupta- la izquierda internacional ve con simpatía a quien se enfrenta a actitudes imperiales, como aquella severa estupidez del funcionario británico que amenazó–porque lo hizo- aplicar una ley interna que supuestamente les permitiría afectar la inmunidad de recintos diplomáticos y consulares, lo que está en violación de instrumentos internacionales que prevalecen sobre leyes nacionales.
En ese escenario también se explica la presencia, al mismo tiempo, de Baltasar Garzón en la defensa de Assange y en la veeduría de hechos consumados de la llamada reforma judicial. ¿Alguien podrá esperar imparcialidad en lo que informará Baltasar Garzón sobre la justicia en el Ecuador?
Mientras Londres, el Gobierno de Suecia y el Departamento de Estado norteamericano mantengan la contradicción en la fraseología contra Correa, este potenciará un placer mayor que cualquier otro placer, y no le faltará compañía, porque su audacia y arrojo sumará adeptos. Facilitar a Assange que desde la ventana de la Embajada del Ecuador acuse a la administración Obama de “cacería de brujas”, el pasado domingo 19 de agosto, lo demuestra.