Julian Assange, asilado en la Embajada del Ecuador desde junio de 2012, abusa una vez más de la hospitalidad que le brinda el gobierno de nuestro país. Antes lo hizo cuando era presidente Rafael Correa y, ahora, con Lenín Moreno.
Ante el pedido caballeroso y cordial de Moreno de que respete su condición de asilo y evite realizar declaraciones de carácter político, Assange ha reaccionado de mal modo. No solo que le ha aclarado a Moreno de que no es un “hacker” sino incluso ha afirmando de que el flamante presidente está mal aconsejado. Este lunes, en su cuenta de Twitter, dijo: “¿quién está mal aconsejando a Lenín? ¿Diciendo que no tengo permitido hablar sobre la política de ningún país y después calumniándome como hacker?”.
De lo afirmado por Assange, surgen varias preguntas: ¿Su condición de asilado le faculta a hablar de ese modo? ¿Debe el gobierno del Ecuador seguir soportando la actitud altanera y prepotente de Assange? Si el fundador de WikiLeaks (un portal que publica información que en su mayor parte ha sido sustraída de manera fraudulenta), no está dispuesto a respetar las condiciones que le fija el gobierno del Ecuador, ¿por qué nosotros sí debemos cumplir con nuestros compromisos? ¿Si en Estados Unidos no le tildan de “hacker”, por qué no busca asilo en ese país o consigue un salvoconducto para regresar a Australia? ¿Se han preguntado cuánto le cuesta al Ecuador mantener a este “hacker” en su embajada en Londres? (ya que de editor y periodista tiene muy poco).
No obstante, más allá de la prepotencia de Assange, de los incumplimientos de su condición de asilo o del costo que esto representa, su presencia en nuestra embajada representa muy poco en materia de política exterior y de imagen a nivel internacional. Al contrario, no significa nada. El perjuicio es mayor que lo que podríamos ganar con la presencia de este “ilustre personaje”.
Frente a la delicada situación fiscal que tiene actualmente el Ecuador, la necesidad de recurrir a fuentes de financiamiento convencionales y mejorar las relaciones con países tienen relevancia en el escenario internacional (Gran Bretaña es uno), el asilo de Assange genera mucha distorsión. Desdibuja y desmejora la imagen de nuestro país. Es decir, perjudica las futuras acciones que en el campo de política exterior quiere emprender el flamante presidente Lenín Moreno.
Si las opciones que tiene Assange son realmente pocas (cárcel en el Reino Unido o extradición a los Estados Unidos) debería mantener la boca cerrada.
La imagen del Ecuador, sus intereses y su política exterior deberían estar sobre cualquier persona.
Por ello, es un mal precedente que el presidente Moreno tenga que seguir soportando excesos del “hacker australiano”.
Siempre puede ser una opción invitar a Assange a dar un paseo por las calles de Londres.