Asesinos mediáticos

De linchadores mediáticos y sicarios de tinta se nos ha calificado a periodistas y columnistas de medios privados. El hecho de que el asesinato –delito contra la vida humana- esté directamente relacionado con ambos apelativos, habla de la concepción suma cero de la lucha del Gobierno contra la prensa que ahora se ventila en el exterior.

Pero si uno decide convertirse en una suerte de observador lejano de la situación, encontrará que el comportamiento del Gobierno frente al tema tiene bastante de risible y absurdo.

La última caricatura empezó dibujándose con el traslado del aparataje gubernamental a la audiencia de la CIDH en Washington. Asemejándose a un trazo de Roque para ilustrar el “respeto” al estado de derecho en Ecuador, se incluyeron en la comitiva el autonombrado Presidente de la Corte Constitucional y hasta una de las triunviras del Consejo de la Judicatura de Transición. El esbozo acentuó sus facciones tragicómicas, cuando al llegar a la capital estadounidense el Secretario de Comunicación afirmó que lo que acá sucede es que la SIP, en contubernio con la Aedep, están “linchando mediáticamente” al Ecuador. Con un dominio admirable de la teoría de la conspiración, se refirió a la SIP y Aedep como “carteles y sindicatos que están defendiendo intereses puramente económicos, sin importarles afectar el honor de los ciudadanos de todo un país”.

Entonces recordé que la broma macabra y deliberada a la que este Gobierno nos somete es la que en psicoanálisis se conoce como la “proyección”, es decir, aquel mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas los propios motivos, deseos o emociones.

Así, un Gobierno que se ha dedicado sistemáticamente a denostar y acabar con la honra de decenas de ecuatorianos, periodistas y no, a través de su emporio mediático que incluye medios públicos, incautados, gubernamentales, agencias de noticias, hiperbólicas cadenas nacionales, entre otros, imputa el problema a unos cuantos empresarios de medios que “se dedican a deshonrar al país”. Para un régimen con semejante récord de irrespeto al buen nombre y dignidad de las personas, semejante afirmación resulta hilarante.

Sin embargo, cuando uno deja de ver los toros de lejos, el escenario deja de ser caricaturesco y se vuelve dantesco. Me viene a la mente el caso de Pablo Lucio Paredes, a quien desde el Presidente hasta sus secretarios, lo acusaron de traidor a la patria para arriba lanzándole su aparato mediático encima. Jamás tuvo derecho a la réplica en una de las cadenas sabatinas, fue vilipendiado por el Secretario de Comunicación, y varias veces insultado por Correa, en suma, linchado.

El Gobierno, sicario mediático supremo, tratando de transferir su culpa al resto. Pésima pedagogía democrática.

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