Con grotesca pedantería y orgullo una legisladora presume haber propuesto que la Asamblea Nacional declare el «Día Nacional del Biscocho, Manjar y Queso de Hoja». Y más de dos tercios de sus integrantes aprueban semejante manifestación de extravagante inutilidad. No hay duda que la insignificancia es barata y la retórica cautiva. Esta resolución refleja la hondura del vacío cognitivo de la representación. Su contenido es un distintivo de la frivolidad legislativa que genera risa y enojo. Con razón ostenta el mayor descrédito ante la ciudadanía. En la Asamblea se tritura al sentido común y la razón. Pero se extiende sin límites la ridiculez y la fatuidad.
La abundante charlatanería legislativa no tiene frontera ni descansa. No es de ahora. Hace tiempo condecoró a Lorena Bobbit, por haber cortado el pene a su marido. Aprobó el día del «Chimborazo como el punto más cercano al sol». El «Dia de la bomba», el «Dia de la marimba», el «Dia del archivero», el «Día de la calidad», el «Día del profesional», el «Día del comunero», el «Día de la estadística». Los legisladores han discurseado con emoción el «reconocimiento a los artesanos de Mazapán». y han condecorado a los operarios «betuneros». Nadie niega que el trabajo dignifica. Lo que provoca ironía son estas radiantes iniciativas copiosas en superficialidad.
La Asamblea del correísmo es la que condecoró Carlos Polit, sentenciado por corrupción. Igual a Cristina Fernández de Kirchner. Declaró el «Día de UNASUR» (2015), ordenando su incorporación al calendario de celebraciones oficiales del Ecuador. Declaraba (2010) el «Dia de los levantamientos indígenas». Aplaudían al gobierno por no acatar las medidas cautelares emitidas por la CIDH.
El calendario anual se queda corto para la enorme cantidad de resoluciones sin sentido. Nuestra política es lánguida en la sobriedad y la sensatez. Pero es abundante en la simpleza. Su baja calidad manifiesta su indigencia y orfandad.