Correa y su ego de oligarca

El ex presidente Rafael Correa no oculta su malestar y preocupación por el avance inexorable de la consulta popular y la probable eliminación de la reelección indefinida y la reorganización del Consejo de Participación.

Su última reacción estuvo cargada de prejuicios. Se dirigió al presidente Lenín Moreno, a quién comparó con el griego Efialtes, un personaje deforme y jorobado que traicionó a los espartanos guiando a los ejércitos persas que los invadían y los derrotaron en las Termópilas, el siglo V aC.

Precisamente, esa fue una de las épocas más gloriosas de la Grecia clásica. Años después de la invasión persa, los espartanos entraron en guerra con Atenas y la tomaron por la fuerza. Reemplazaron el gobierno democrático por un régimen oligárquico compuesto por 30 arsistócratas.

La democracia instaurada en Atenas había sido el resultado de un cambio trascendental sin precedentes. Los hombres dejaron de buscar en los dioses las respuestas a sus preguntas existenciales: se volvieron dueños de su destino, se convirtieron en ciudadanos deliberantes, críticos, con capacidad de intervenir en la realidad. El mejor exponente de esta época fue Sócrates que pagaría con la muerte la defensa de sus convicciones de un ser libre y reflexivo.

Así nació la democracia, que significaba participar activamente en asambleas, tomar la palabra, suscitar consensos y designar autoridades. Con los siglos este sistema ha ido evolucionando. Uno de sus pilares es la alternancia de los gobernantes en el poder.

Correa y su séquito de fervientes seguidores siguen anclados a una lógica desfasada. Quieren mantener abierta la puerta de la reelección para tratar de recuperar el poder y sus canonjías a cualquier precio, como los aristócratas que enfrentaron a Sócrates.

Para ellos, eliminar la reelección y el Consejo sería una regresión en derechos. Por supuesto, un retroceso para ellos, nuevos oligarcas, que coparon todos los poderes y coartaron libertades y deliberaciones a los ciudadanos.