Los modelos políticos, económicos y sociales se reconducen, in fine, a un elemento de la naturaleza humana al que consideran esencial. Un contexto histórico particular empuja a un colectivo a dar una particular preponderancia a un aspecto de nuestro potencial sobre los demás. Aquí se cocinan ideas, que luego alguien las condensa en teorías, que luego se trasformarán en ideologías.
El liberalismo político identifica la libertad como el potencial máximo del ser humano, ergo una serie de derechos y libertades fundamentales –léase constitucionales– tienen que ser declarados y respetados por el Estado. Similarmente el anarquismo; que considera que la propia existencia de un Estado y de cualquier institución de poder restringen demasiado la libertad como para ser aceptados.
Análogamente, la izquierda orbita en torno al valor de la igualdad. Promueve al Estado a reducir la desigualdad, porque entiende que es esta la mayor barrera para el bienestar colectivo. En su extremo, el comunismo entiende que cualquier sistema que origine desigualdades debe ser abolido.
El capitalismo aboga por la propiedad privada y todas las consecuencias que esto en términos absolutos implica; para los estados confesionales es la sujeción de todos a un credo particular; la doctrina bhutanesa de la Felicidad Nacional Bruta, aboga por la preservación tradicional, etc.
La enorme multiplicidad de valores susceptibles de identificarse como preponderantes y la gran gama de términos medios cohabitan de manera relativamente civilizada gracias a la democracia. En ella los individuos transmiten sus elecciones en votos y activismo político, y las tendencias con mayor acogida popular logran encauzarse a través de partidos hacia los foros nacionales.
¿Qué principio fundamental ha elegido la democracia nacional? ¿Cuál es el valor del modelo de Correa? Basta mirar la dirección de sus esfuerzos y sus acciones para descartar de cuajo su coartada de izquierda. Al contrario, con el paso del tiempo su Gobierno logra convencer que sigue una ideología surrealista.
André Breton promulgaba que la verdadera esencia del hombre se encuentra enterrada, obstaculizada por la capa de lo racional, lo analizado, de aquello a lo se nos ha acondicionado. Solo despojándose de lo lógico el hombre podrá realizarse. Exempli gratia, la campaña contra los medios de comunicación, surrealismo puro.
Le propongo a Correa que recite un poco del Manifiesto Surrealista de Breton en su propaganda. Su discurso seguiría siendo irracional, pero al menos así ganaría calidad artística: “Este verano las rosas son azules, la madera es de vidrio; la tierra cubierta en su verdor me hace tan poco efecto como un espejismo. Son vivir y dejar de vivir las soluciones imaginarias. La existencia está en otra parte”.