Por su magnífica interpretación de una muchacha de orfelinato que es un genio del ajedrez y va derrotando a todos los rivales que se le ponen delante –casi todos hombres– hasta el enfrentamiento final con el campeón soviético en plena Guerra Fría, Anya Taylor-Joy, la protagonista de ‘Gambito de Dama’, ha sido nominada para el Emmy y deberá vencer ahora a la rival más difícil de todas, Kate Winslet, quien encarna a la detective de la miniserie ‘Mare of Easttown’.
Como fui aficionado al ajedrez en mi adolescencia y seguí la disputa por el título mundial entre Bobby Fischer –otro genio díscolo– y el ruso Boris Spassky, me enganché desde el vamos con ‘Gambito de Dama’. Igual lo hicieron millones de espectadores que no tenían la menor idea del juego. ¿Cómo así? Quizá porque la serie no se enfoca realmente en el tablero de ajedrez, sino en todos los obstáculos sociales y emocionales que debe ir superando esta joven superdotada y autodestructiva por partes iguales, adicta a las drogas y al alcohol, que no desdeña el glamur de su posición.
Una lectora de la novela original recordaba que la ficticia Beth Harmon era más bien fea, obstáculo adicional para una adopción, mientras Anya es demasiado atractiva, una modelo de ojos exóticos en la vida real. Sí, pero lo hace muy bien en la pantalla chica, su rostro y su mirada en particular transmiten poderosamente lo que acontece. Según el director, con el maquillaje, la ropa y las pestañas postizas fueron logrando la transformación del personaje, reforzada por una escenografía que recrea con acierto los años 50 y 60. No en vano ‘Gambito’ obtuvo los Globos de Oro de este año a mejor serie y mejor actriz.
Sin embargo, el guión trepidante de ‘Mare of Easttown’, su dibujo de los personajes secundarios y, sobre todo, la soberbia actuación de Kate Winslet con las arrugas visibles, el pelo despintado y su ropa hombruna de detective de pueblo, pertenecen a otro casillero (quizás, al de la oscarizada Frances MacDormand en ‘Nomadland’). Todo actor debería mirar con atención el trabajo de Winslet, en el que no hay un gesto ni una palabra demás. De paso, ella misma rechazó los afiches en los que le habían borrado las arrugas con Photoshop.
Los demás actores, la fotografía, el director, logran un retrato de esa clase media blanca decadente, dejada atrás por la globalización, sin futuro, hundida en sus miserias cotidianas y el alcohol, donde todos se conocen o están emparentados, y donde el asesinato de una muchacha y la desaparición de otras dos van destapando un tejido sórdido de odio, traiciones y culpas pasadas cuyo peso es decisivo.
Aunque no se diga una palabra sobre el tema político, esa es la base rural de Donald Trump. Y aunque el conflicto emocional de ‘Gambito’ sea algo repetitivo, ambas miniseries llevan el género a su esplendor.